Capítulo Diez

108K 6.5K 1.7K
                                    

—¿Leíste mi nota de disculpa?

—Lo hice —responde, mientras pasa la jabonosa esponja por mi pecho.

Tenía razón. Esta bañera es fantástica y el agua con sales relaja mi cuerpo saciado.

—¿Y? —cuestiono al verlo pensativo. Él está fuera y arrodillado, bañándome.

—Y después de corregir el quiz, tu nota acabó en el cesto de la basura.

—¿En serio? —Al ver que es sincero, agrego dolida—: Oh, vaya...gracias.

—Estaba muy enojado, Evenin —se justifica.

—Lo sé —susurro mirando el agua—. Y lo entendí mejor cuando expusiste tus razones. Me sentí fatal porque te decepcioné.

Detiene sus movimientos. —¿Por qué lo hiciste entonces? En la nota solo había una sincera disculpa, pero no escribiste el por qué.

Lo miro también. —David me pidió dinero prestado, ochocientos dólares para comprarle unos aros a su camioneta. Yo...no soy rica —evito por completo mi caótica situación económica—, y no podía darle dinero así como así. Entonces se enojó, yo también, y le espeté lo primero que me pasó por la mente para fastidiarlo porque él te odiaba. Le dije que te lo pidiera a ti porque tú tenías mucho dinero —lo miro ruborizada por la vergüenza—. Lo siento tanto, Sebastián.

—Que tipo tan inmaduro —masculla con frialdad refiriéndose a David—. Además de un parásito que depende de los otros para salir airoso de todo. —Su ceño se suaviza cuando me mira—. También lo siento, Evenin. Debí escucharte y no tratarte de esa manera tan ruin delante de tus compañeros, por favor, perdóname. Es mi dichosa forma de ser —se desdeña a sí mismo y no me gusta verlo así.

Con mi mano húmeda, acarició su áspera mejilla. En su mirada hay turbulencias y nubes negras. Algo grande y muy personal le sucedió, pero no voy a forzarlo para que me lo cuente. Cuando él quiera lo escucharé.

—Todo olvidado, Sebastián. Todo —susurro y me inclino para besar sus labios. Un beso reconfortante. Luego le sonrío, y sus ojos recuperan el brillo de antes.

—Hay muchas cosas de mí que no sabes, al igual que yo de ti, pero iremos conociéndonos mejor sobre la marcha.

¿Cómo? —¿Eso quiere decir que quieres que sigamos...juntos?

—¡Pues claro! —declara con firmeza y mi corazón se desboca—. No esperé casi un año solo para tener una única noche contigo. No me conformaría con eso, jamás. Quiero más. Contigo, Evenin, siempre querré más.

Oh, cielos. Quedé frita. Quedé muerta. No. Estoy muy viva, pues mi corazón sigue latiendo con fuerza dentro de mi pecho.

—También quiero más, Sebastián —revelo emocionada y eso lo hace sonreír.

No supero el ver ese gesto en su atractiva cara y el verlo tan relajado. —Cuando sonríes te ves tan distinto y hermoso —susurro admirada.

—Tú me haces sonreír, Evenin —me confiesa y me besa suave...y tierno—. Vamos a sacarte de ahí antes de que te conviertas en una pasa —se levanta.

—Mmm...—suspiro no queriendo salir—. Si no estuviera famélica me quedaría aquí toda la noche. Creo que me enamoré de esta enorme bañera, ¿sabes? —A regañadientes me levanto, salgo, y Sebastián toma una toalla. Después de secarme me envuelve con ella. Él está inquietamente callado—. ¿Dije algo malo? —le pregunto y cuando me mira no hay ninguna emoción en su atractivo rostro.

—Las personas se enamoran de otras personas, no de objetos inanimados que no pueden corresponderte —replica en tono plano.

¿Qué exactamente quiso decir con eso? —Conozco la diferencia, Sebastián. No soy una persona materialista —lo miro con detenimiento y sí encuentro en su cara una emoción. Celos.

Profesor Grullón (Editando)Where stories live. Discover now