Capítulo 25

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Dedicado a lamonasz ❤️️

Maju

*

Me fui haciendo consciente de mi cuerpo y poco a poco mis ojos se abrieron. Al principio me sentí desconcertada al no reconocer la habitación, hasta que las memorias de la noche anterior llegaron a mi cabeza, haciéndome sonrojar.

Solo para verificar que no había sido un sueño, me giré en la cama y me encontré con la espalda desnuda de Santi. Su cabeza estaba debajo de la almohada, la cual presionaba con sus dos manos, como queriéndole huir de la luz que entraba por la ventana. La calidez de la habitación evidenció que habían arreglado el problema eléctrico y ahora teníamos calefacción.

Paseé mis dedos por su espalda para despertarlo y tal vez obtener una sonrisa matutina como en las películas. Pero lo único que obtuve fue un gruñido y un intento de mover una de sus manos para apretar más la almohada contra su cabeza.

Creo que esto no funcionará.

Me levanté de la cama y me dirigí al baño. No pude evitar sorprenderme cuando me encontré con mi reflejo en el espejo. Aun cuando mi cabello era un desastre, mis ojos marrones brillaban de sobremanera, mis mejillas habían adquirido un color rosa natural que combinaba con mis labios enrojecidos, brindándome una imagen nueva.

Quizás así lucían las personas felices. Quizás el cuerpo expresaba los sentimientos de las maneras más inesperadas.

Tras cepillarme los dientes con mi propio dedo, volví a la habitación donde se encontraba un Santi bastante confundido. Estaba sentado, apoyado de sus brazos, con el cabello apuntando hacia todas las direcciones como si hubiese recibido una descarga eléctrica y sus ojos sin abrir del todo.

—Buenos días, bella durmiente —dije, aproximándome a él e intentando no reírme de su aspecto.

Sus ojos oscuros me miraron con dificultad hasta que sus comisuras se elevaron con lentitud, causándome un pequeño infarto.

—Buenos días, flaca mía.

Comunicado oficial de María Jesús Méndez: había perdido la cabeza y el corazón por Santiago Tassone.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó, llevando sus nudillos a mis mejillas—. ¿Te duele?

—Un poco —confesé, sonrojada—, pero nada insoportable.

—Ayer estaba pensando en algo —mencionó mientras se levantaba de la cama. Me extendió una mano para hacerlo también y nos dirigimos al baño de la habitación—. Quiero que conozcas a una persona. Bueno, quiero que los dos conozcamos a una persona.

—¿A quién?

Abrió ambas llaves de la ducha y cuando consideró que la temperatura era la más adecuada, volteó, me sonrió y comenzó a quitarse la única pieza de ropa que cargaba encima. Por mi parte, me ponía nerviosa la sola idea de volver a quitarme la ropa frente a él. Santi parecía tan despreocupado, que sentí un poco de envidia ante su espontaneidad al estar como Dios lo había traído al mundo.

—¿Entras conmigo? —señaló la ducha detrás de él. Pude negarme, mas no quise que mis inseguridades y nervios me cohibieran de vivir cosas nuevas. Además, mi cuerpo era el mismo que el de la noche anterior, así que él ya había visto, tocado y besado.

Asentí, y me quité su camisa. Él me ayudó a hacerlo —tal vez con la excusa de tocarme un poquito—, y terminó por depositar un beso en mi hombro desnudo. Una vez que ambos estuvimos debajo del agua, se convirtió en una experiencia divertida. Los besos mojados tenían un sabor distinto, y el clima era mucho más incitante.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora