Capítulo 29

62K 5.7K 4K
                                    

Dedicado a Bellacm_ ❤️️

Santi

*

Nunca le había dado importancia a lo que pudieran decirme mis padres, al menos desde que construí un muro intangible para aislarme del infortunio que ellos representaban. No obstante, debía confesar que por primera vez en mucho tiempo estaba nervioso.

La sola idea de explicarles que había viajado a Córdoba a conocer a mi hermana era lo que me hacía comenzar a transpirar.

Observando la mirada sobria, gélida y escéptica de mi padre, un nudo se alojó en mi pecho originando que la rabia acumulada comenzara a fluir de nuevo por mis venas. Rabia por lo que le había hecho a mamá, por lo que le hizo a Monse, por lo que hizo a Amaranta.

Por lo que me hizo a mí.

Mis ojos luego se posaron sobre Julia, y el solo imaginar lo que ella pensaría ahora incrementó mi ansiedad. Ella no era un querubín y si nos sentábamos a contar pecados, no saldría ilesa. Pero yo tampoco. Y dentro de mi resentimiento hacia la forma en la que me criaron —o en la que no me criaron—, una parte de mí sintió empatía por Julia. ¿O se trataba de lástima? Recordé la historia de Monserrat y sentí pena por mi madre al saberla encerrada en un matrimonio infeliz, con un hombre que no la quería, quien, además, había tenido una hija con quien había sido nuestra empleada doméstica.

En ese momento experimenté algo sin precedentes: culpa y remordimiento por no haberla defendido antes.

—Mordaz para muchas cosas pero tímido cuando le conviene —murmuró mi papá devolviendo su mirada al periódico.

Su desinterés solo se traducía en algo que ya conocía perfectamente: rechazo.

Una y otra vez.

Día tras día. Año tras año.

Rechazo hacia mí. Hacia mamá. Hacia Amaranta.

Apreté mi mandíbula mientras sentí todo mi cuerpo tensarse, siendo cada vez más incapaz de poderme contener, y eso que yo no era de los que se contenían. Mi mente experimentó un cortocircuito, intercambiando pensamientos, recuerdos y emociones, obligándome a sentir un calor incipiente en todo mi cuerpo y un vacío creciente en mi estómago.

Su rechazo no suturaba las heridas todavía abiertas en mí. En realidad, se sentía como verter lejía en alguna cortada de mi cuerpo. Dolía, tensaba, ardía. Al ser heridas sentimentales y no físicas, ese dolor acariciaba mi alma, y en ocasiones, la resquebrajaba.

Lancé mi mochila al suelo con fuerza, captando su atención de nuevo. Mi madre se sobresaltó y noté cierto escándalo en su mirada.

Apreté los labios en un último intento por controlarme pero fue imposible.

—Eres un hijo de puta.

Jamás lo había insultado de esa manera y una parte de mí sintió un pesar en mi garganta una vez pronunciadas aquellas palabras. Sin embargo, no me arrepentí. Estaba muy colérico como para sentir una pizca de remordimiento.

Enzo ladeó la cabeza, confundido, tomándose el tiempo necesario para procesar lo que le había dicho. Lucía incrédulo, y supe que jamás esperó que yo me dirigiera a él de esa manera. Julia se quedó pasmada ante el desconcierto.

—¿Disculpa? —preguntó, todavía receloso.

Por un instante en el viaje llegué a dudar de las palabras de Monse pero teniendo a mi papá al frente con su clásica mirada cínica y sus ojos destellando la prepotencia que lo caracterizaba, supe que todo era verdad.

Contracorriente © [EN LIBRERÍAS] [Indie Gentes #1] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora