10. A prueba

23.3K 2.4K 822
                                    

Historia publicada en papel por Penguin Random House. Puedes comprarla en las mejores librerías de Chile

La adrenalina aún recorría mi cuerpo, como el agua tibia de la ducha cayendo sobre mí. Aún no comprendía qué me había ocurrido, ni por qué había decidido competir de esa manera. Llamar la atención era de las cosas que menos me gustaban. Se suponía que buscaría ser amigo de Anton, pero cada vez que lo veía... Cada vez que lo veía junto a Solae, algo dentro de mí se activaba. Era imposible ignorar lo que le había hecho, aunque tratar de ganarle no parecía ayudar en nada a recuperar su memoria, ni la memoria de los demás. Ya llevaba una semana sin la intensa compañía de mi ahora ex-mejor amiga, y al contrario de lo que hubiese creído, estaba más agotado y menos enfocado que nunca. Siempre con la sensación de estar olvidando algo importante y más irritable que de costumbre.

Cerré los ojos bajo el chorro de agua y el solo hecho de imaginarlos juntos nuevamente, me hizo apagar el grifo de un golpe, finalizando con brusquedad lo que se suponía iba a ser un baño relajante.

Saliendo de la ducha menos calmado de lo que entré, me apresuré a vestirme para evitar toparme con algún compañero. No tenía ganas de conversar con nadie. Necesitaba prolongar lo poco que me quedaba de calma. Sabía que pronto me tocaría tragarme el orgullo y todo lo que me impidiera intentar iniciar una potencial amistad con ese imbécil.

Ya vestido en mi uniforme de colegio regular, fui a nuestra sala a esperar que los demás terminaran la clase de Educación Física. Mi intención era acercarme a Anton durante el recreo e iniciar alguna especie de conversación, pero como no estaba acostumbrado a socializar, no sabía de qué tema podría hablarle sin que se sintiera totalmente incómodo y forzado.

Adentro de la sala y seguramente no haciendo nada bueno, estaba Bruno, el compañero que siempre se inventaba excusas para evitar hacer ejercicio o cumplir con cualquier deber que se le asignara. Y ahí estaba ahora, sentado anotando algo. Me costó un rato darme cuenta que iba escribiendo en hojas muy pequeñitas los apuntes que iba sacando desde el libro de biología, para luego ocultarlos detrás de la carcasa de su móvil. Me quedé contemplando su quehacer con la mente completamente en blanco, hasta que caí en cuenta de lo que aquello significaba.

Sentí como mi corazón se hundía hasta mi ombligo devolviéndose en forma de un fuerte escalofrío a través de mi espalda. ¡No, no, mierda, mierda, MIERDA! ¡Había olvidado por completo el examen de biología! Por primera vez en mi vida no me había preparado para un examen. La prueba tocaba en el último módulo de la tarde, pero estudiar en los recreos no me bastaría para mantener mi récord de buenas calificaciones. Me llevé las manos a la cabeza y me tiré el cabello reprochándome haber sido tan retrasadamente negligente. ¿Cómo se me podía haber olvidado algo así? ¡¿A mí?! Saqué mis apuntes y el libro para aprovechar el poco tiempo que tenía hasta el primer recreo, pero no sabía por dónde empezar. No me reconocía a mí mismo, tanto así que ya no veía con tan malos ojos imitar a Bruno y ponerme a hacer papelitos para aprobar.

Apenas alcancé a revisar un par de páginas de materia (que no fui capaz de retener), cuando vi cómo mis compañeros regresaban a la sala a dejar sus bolsos de gimnasia. Por más que intenté mantenerme concentrado, cuando vi a Solae entrar junto a Anton, me perdí por completo. Solae traía el pelo húmedo y nuevamente suelto sobre sus hombros, y la falda gris de su uniforme se apreciaba notablemente más corta de lo normal. ¿Por qué este cambio? Y ¿Desde cuándo yo reparaba en ese tipo de detalles acerca de Solae?

Sintiendo calor en mi cara, me aclaré la garganta intentando retomar el estudio, o al menos fingir hacerlo para pasar desapercibido. Pero aquello no fue necesario. Tan pronto como entraron, dejaron sus cosas y salieron sin siquiera mirarme. Ni a mí ni a nadie más. «¿A quién le importa!» rezongué. Por ahora tendría que aplazar mi plan de intentar conversar con ellos. Al menos hasta después del examen.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora