13. Retirada

15.2K 2K 505
                                    

Historia publicada en papel por Penguin Random House.
Puedes comprarla en las mejores librerías de Chile

Luego de aquella intervención de Anton, el ambiente se enrareció. Me costó mucho concentrarme en los dos capítulos restantes y me preguntaba si Anton había hecho aquello solo para molestarme a mí o si en verdad era algo que hacía constantemente con Solae. De todos modos, ahora ellos estaban más cerca que antes, y aunque sentía que sobraba más que nunca, resistí como un campeón hasta el final. Luego de aquello no iba a permitir que Solae se quedara a solas con él. No me iría de la casa de Solae hasta asegurarme que ese idiota se fuera conmigo.

Cuando terminó el último capítulo y encendimos la luz, algo encandilados vimos lo despatarrados que estábamos sobre los cojines, con las bolsas vacías tiradas por ahí sobre el cubrecama arrugado.

—¡Pero que es buena esta serie! Ya no puedo esperar a la nueva temporada. —se levantó Solae y se estiró ruidosa y exageradamente, con cara de satisfacción en su rostro. Anton y yo nos incorporamos, sentándonos al borde de la cama.

—¡Ay, pero miren como quedé! —reclamó, notando que su ropa estaba llena de migas y restos de comida.

—Nada que no se pueda limpiar —dijo Anton, acercándola hacia él y empezando a sacudir su falda y blusa por más tiempo (y en más lugares) de lo que consideré necesario. Solae se ruborizó.

Yo ya no soportaba las libertades que se estaba tomando con ella. Era cierto que Solae era muy de contacto, de abrazar y de todo lo que quisieran, pero yo nunca la habría tocado de esa forma sin pedirle permiso, por muy amiga mía que fuera.

—Ella puede limpiarse sola. —me oí mascullando en tono molesto. Y al ver como ambos me miraron, me arrepentí enseguida.

—¿Qué dices? —me preguntó Solae acercándose a mí, cuando de pronto bajó bruscamente su mirada hacia mi entrepierna.

—¡Qué cerdo, Alex! —exclamó, tapándose la boca. En un acto reflejo, junté las piernas mientras Solae se acercaba a mí.

—¿Qu-? ¿Qué haces? —pregunté, quizás demasiado fuerte, al ver que seguía aproximándose. Eso la detuvo.

—¡Ni que te fuera a comer! Solo quería limpiarte un poco, ya que también estás lleno de migas.

—Deberían aprender a comer como la gente. —dijo Anton, presumiendo cómo él, mágicamente, no tenía ni una partícula de comida sobre él.

Solae se rió mientras yo seguía avergonzado por mi reacción exagerada, sobre todo porque sabía que ella siempre se comportaba así, y yo había malinterpretado todo.

—¿Cómo siempre tan perfecto? —le preguntó Solae a Anton, empujándolo juguetona. Yo también me preguntaba lo mismo, pero no como un cumplido. Su perfección era sobrenaturalmente irritante.

—Nos tienes que enseñar tu secreto. —agregó Solae, ahora sentándose de lado sobre su regazo. Ya arriba comenzó a agitar sus piernas animadamente, colgándose de su cuello. Sí, Solae también había hecho eso conmigo a veces, pero visto desde afuera no se veía como un gesto tan inocente y tanta insinuación podía ser malinterpretada por Anton.

—¿Ya es bastante tarde, no? —carraspeé, comprobando mi celular, con la intención de que Anton se diera cuenta que ya era hora de irnos.

—Es viernes, Alex. ¿En serio te quieres ir a las diez de la noche? —me preguntó él, sirviéndose un nuevo vaso de Coca Cola, sorprendentemente sin derramar ni una sola gota, a pesar del balanceo de las piernas de Solae. Claramente no mostraba intenciones de retirarse.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora