18. Leña al fuego

15.1K 1.9K 380
                                    

Historia publicada en papel por Penguin Random House.
Puedes comprarla en las mejores librerías de Chile

Partimos abriendo unas cervezas e hicimos un enérgico primer brindis, como juramentando así nuestra nueva (y algo cínica) relación de amistad. Tomé un generoso primer trago que casi termino escupiendo a chorros. «¿Qué es esta mierda? ¿Cómo algo tan amargo podía ser tan popular?» Por la reacción de Solae, deduje que también era su primera vez probándola. Por su parte, Anton ni se arrugó al beberse la lata completa al seco. Luego de tragarla en cinco sorbos largos, la golpeó contra la mesa y limpió su boca con el dorso de su mano como queriendo demostrar ser un bebedor experto ante nosotros.

Yo seguía sintiendo cada una de sus acciones como un desafío, pero de solo intentar imitarlo, fallé estrepitosamente, atorándome en el acto y botando cerveza hasta por la nariz, lo que provocó la risa de ambos.

—¿Dejamos la película para más tarde, no? —sugirió Solae, terminando su primera lata, adivinando el deseo de todos (o al menos el mío). Yo por mi parte aún no había podido terminar la primera mitad de la mía, que sabía realmente asquerosa. Quizás no era un hombre de cerveza, pero de todas formas me terminé el contenido para no desentonar. Bastó solo con esa pequeña dosis, combinada con mi estómago vacío, para empezar a sentirme mareado y más "motivado" de lo normal.

—¿Propones algo, Sol? —preguntó Anton, igual de interesado que yo en el giro de los acontecimientos.

—No sé, pero al menos empecemos poniendo algo de música. —Solae apagó la televisión, bajó la intensidad de la iluminación de la sala (también sabía como hacerlo) y a continuación encendió nuevamente su música. Esta vez era una lista de reproducción distinta, aún animada, pero más ambiental y provocativa.

—Esta es mi playlist favorita. —dijo ella antes de darle un trago a su ahora segunda cerveza, que esta vez, para endulzarla, mezcló con Fanta en un vaso y comenzar a bailar. Pero ahora sus movimientos eran muy distintos a como eran hacía un rato atrás.

El que a su llegada había sido un baile animado y bastante ingenuo, ahora se tornaba bastante más sugerente y sensual. Tanto así, que recién me daba cuenta de que el escote de su vestido era bastante más revelador de lo que había notado al principio. Intenté desviar la mirada, pero no lo logré. Este era definitivamente uno de los aspectos de Solae que no conocía o que quizás no había querido ver por estar demasiado preocupado de intentar alejarla de mí. Al ver cómo Anton la contemplaba, me pareció que para él también era una nada de despreciable nueva faceta, y me molestó de sobremanera que mirara de esa forma a mi amiga de toda la vida. Solae se veía como una inocente (y algo sexy) ovejita, siendo observada por un lobo hambriento, que además era capaz de controlarla mentalmente.

Esta vez no hizo falta que Solae invitara a Anton para que él se uniera a su baile. Ahora más cerca, más íntimo que antes, la tomó por la cintura a pesar de que la canción no lo ameritaba. Era increíble lo que un poco de alcohol podía provocar en nuestras inexpertas bocas escolares. Era increíble lo que estaba provocando en mí. De pronto el ambiente estaba más caluroso que nunca y no tuve reparos en interponerme en su baile como si perteneciera a él tanto como ellos, haciendo valer mi lugar entre ambos.

Solae celebró mi atrevimiento, chasqueando sus dedos al ritmo de la música y dirigiendo sus pies y movimientos ahora hacia mí. De pronto levantó sus brazos en el aire, para luego envolverme con ellos alrededor del cuello. Sentí mi cabeza enrojecerse y mi cuerpo subir bruscamente de temperatura. ¿Cuánto de esta sensación era efecto del alcohol y cuánto se debía a su proximidad? Puse mis manos en su cintura, siguiendo sus movimientos, para ver qué haría a continuación, pero no me esperaba que se pegara a mí en un efusivo abrazo. Por primera vez de forma consciente, comprobé al tacto cuán lejos estaba su pecho de seguir siendo el de una niña pequeña y por un instante me olvidé de cómo respirar. No podía pensar con claridad y esto definitivamente se me estaba yendo de las manos. Pero más pronto de lo que hubiera querido, Solae me soltó y cambió su turno hacia Anton, quien la reclamó tomándola de la mano.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora