Capítulo 6

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 Yo no puedo moverme y Kai no deja de golpearlo

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Yo no puedo moverme y Kai no deja de golpearlo. Brad no trata de defenderse porque sabe que sería inútil, no tiene nada que hacer con él porque es mucho más grande y fuerte.

—Kai, por Dios, ¡para! —le suplico y me acerco sin saber qué hacer —Por favor, Kai, por favor, para, lo vas a matar —parece no escucharme. Sé qué es capaz de hacer, y por eso tengo miedo —. Kai, por Dios, estoy muy nerviosa, me estoy asustando —y, entonces, como si esas palabras fueran una especie de hechizo para él, se detiene en seco y se gira.

—Lo siento —me lo dice a mí, no a él. Tiene los ojos muy abiertos y le tiemblan las manos.

Mira el cuerpo casi inmóvil que tiene debajo.

—¿Te ha quedado claro? —habla, pero no entiendo qué tiene que haberle quedado claro, porque no le ha dicho nada. Brad asiente y escupe la sangre que tiene en la boca. Está hecho polvo y Kai no tiene ni un arañazo. Miro sus manos y sus nudillos. Están llenos de sangre, pero no puedo distinguir de quién de los dos es.

Kai se incorpora y me mira:

—Vamos —yo asiento y lo sigo cuando sale por la puerta sin siquiera girarme a mirar al que hasta hace un momento era mi novio.

Entra antes que yo en el coche y da un portazo bastante fuerte, por lo que me sobresalto. Abro la puerta, con cuidado, y entro.

—Lo siento —repite.

—Kai... no... no pasa nada. Muchas gracias. La verdad es que se merecía una bofetada por haberme insultado, aunque te has pasado un poco...

—Quiero decir que siento haberte asustado, no que sienta haberle reventado la cara —aclara, aunque yo ya lo sabía.

Tiene las dos manos sobre el volante, pero el coche está apagado. Por primera vez desde que lo conozco me siento con fuerzas de tocarlo. Con cautela, cojo una de sus manos, la que peor pinta tiene, y la examino.

—¿Esta sangre es tuya? —le pregunto. Él se limpia en la camiseta la sangre que le chorrea, y me vuelve a dar la mano.

—No toda.

—Pero... mi abuelo me dijo que no podíais haceros heridas ni...

—Y así es, a no ser que nos las hagan los nuestros o nos las hagamos nosotros mismos. De todas formas, se nos curan en muy poco tiempo. Mañana tendré la mano como nueva —abre y cierra el puño mientras se lo examina.

—Deja al menos que te la cure cuando lleguemos —le pido casi suplicando. Es lo mínimo que puedo hacer por él.

Acepta diciendo que sí con la cabeza y pone en marcha el motor. Estamos en pleno invierno, así que hace frío. Enciende la calefacción y espera a que se caliente un poco el ambiente antes de ponerse en marcha de vuelta.

| COMPLETA ✔ |   Aunque tú no lo sepas © [ATNLS 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora