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Capítulo 22

QUINTA PARTE DEL MARATÓN

JADE

—¡Kai! —una voz femenina sobresale entre todas las demás.

—Hey, Sofía —le da dos besos y yo me muerdo los carrillos.

Uy, uy, uuuuuuy. No me gusta un pelo.

Cuadro los hombros y la miro de arriba a abajo.

Parece una de esas modelos nórdicas que salen en las revistas y siempre tienen el bronceado perfecto; tiene el pelo larguísimo y muy rubio y unos ojos tan azules que parecen artificiales.

Lleva un vestido de lo que parece ser terciopelo que le llega hasta la mitad de las rodillas y en la parte superior un corsé de color negro.

Menudo pivonazo.

Suspiro para mis adentros porque sé que hay pocas probabilidades de que se conozcan de haber coincidido en un museo.

"Con esa no puedes competir. Tú juegas en la liga local y ella es una All Star".

—Ella es Jade —es la enésima vez que me presenta esta noche y me duelen los carrillos de forzar la sonrisa.

—Oh, es un placer —dice inclinándose para darme dos besos. Es más alta que yo así que tiene que agacharse un poquito.

Dios mío, debo parecer un marsupilami a su lado.

—Encantada —contesto yo. Pero no lo estoy.

Mi sonrisa es tan falsa que casi me entran ganas de reír, pero me contengo.

La manera en la que mira a Kai me enerva un poco.

—Hacía tiempo que no nos veíamos —está tocando su brazo y él no se aparta. —. Tenemos que quedar un día de estos, supongo que tenemos que ponernos al día de muchas cosas.

Uy, uy,  uuuuuuy.

Me mira de reojo y le hace un gesto con la cara como si yo no pudiera verlo.

¿Pero esta de qué va?

¡Será pendón!

Se están comunicando a través de señas y yo no me estoy enterando de nada.

—Sí, claro. Tienes mi número, ¿verdad? —parezco una maceta de decoración a su lado, porque no me muevo, no hablo, no hago nada.

—Sí, sí, no te preocupes, yo te llamo —le acaba de guiñar un ojo y se muerde el labio inferior.

Definitivamente estoy muerta de celos. ¿Quién demonios es Sofía y por qué se conocen tan bien?

Kai vuelve a colocar su mano donde estaba para dirigirnos a la mesa y a mí me dan ganas de apartársela de un manotazo.

—Con esa sí te has acostado —tengo que decírselo, si me muerdo más la lengua voy a envenenarme.