13. ROMPIENDO ILUSIONES

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« Maldita Zorrupia y Pitufito. »

En la mente de Adrien solo podía maldecir una y otra vez la desdicha que parecía acarrear consigo.

Después de que su compañera lo echara cual gato callejero de su casa, no conseguía quitarse de la cabeza la sesión de besos que se había ya convertido en una especie de necesidad para él; una necesidad que siempre lo dejaba con ganas de más.

Al llegar a su apartamento, apenas atinó en la ausencia de su padre, encaminándose hasta su cuarto para dejarse caer sobre el lecho con cansancio.

No hallaba la forma de que Marinette desapareciera de sus pensamientos, mucho menos un medio que hiciera que las sensaciones que le había provocado se evaporaran; era como si lidiara con una dura abstinencia.

Necesitaba volver a besarla, perderse en esa droga que eran sus besos mientras la arropaba entre sus brazos.

En aquellas que su conciencia jugaba en su contra, sacó el móvil, presionando sobre el contacto de la chica para enviarle un mensaje a modo de distracción. No llegó a recibir respuesta, cosa que lo crispó y lo instó a persistir con cabezonería.

Por más tiempo que pasara, las contestaciones no llegaban; haciendo que su desasosiego se acentuara de sobremanera.

« Menudo idiota estoy hecho; mandando mensajitos como un tonto enam... »

Frenó aquel disparatado razonamiento, finalmente dejando el móvil sobre la mesita de noche para acomodarse en la cama y dormir.

Pese al cúmulo de imágenes que se reproducían en su cabeza, el adolescente pudo gozar de un sueño reparador; eso sí, nada más despertar, extendió la mano para agarrar el teléfono, viendo como pese a que sus mensajes habían sido leídos, la fémina de gemas marinas no se había pronunciado.

« ¿A qué está jugando? ¿Me clava el visto y se queda tan tranquila? »

Una sonrisa pícara nació en sus labios, retomando la insistencia al enviarle mensajes con el objetivo que terminara haciéndole caso por aborrecimiento.

Se pasó medio día dedicándose a ello, revisando a cada cierto tiempo si sus contestaciones eran leídas. Lamentablemente, las réplicas brillaban por su ausencia.

Entrada la tarde, la tónica seguía siendo la misma, llegando ya a poner de los nervios al rubio con su constante mutismo.

- Hijo.- nombró su mentor al irrumpir en la sala de estar, captando la atención del menor.

- Oh... Hola, padre.- saludó desde el sofá, sentándose cara a él-. ¿Ya regresaste de tu compromiso?

- Sí, aunque ahora me volveré a marchar.- enunció con una expresión prudente.

- ¿Ahora?- chequeó la hora en su aparato, luego mirando al hombre con extrañeza-. Pero si es domingo... No hay nada abierto...

Gabriel se aflojó el nudo de la corbata, después introduciendo las manos en los bolsillos de su pantalón al plantarse frente a su vástago.

- Verás... Yo...- hizo una pausa, observando receloso al pubescente-. ... He quedado con tu madre.

Esa noticia no fue de buen gusto para el blondo, quien encolerizado se incorporó en una postura cerrada.

- ¿Otra vez?- inquirió en un tono exasperado-. ¿Se puede saber a qué viene tanta tontería con esa mujer?

- Eso no me corresponde a mí decirlo.

- ¿Por qué no? ¿Acaso no eres mi padre?- vociferó con las manos en la cabeza-. ¿A qué viene todo esto?

El mayor meditó para sus adentros, al final negando con una sonrisa pesarosa al mirar directamente a los ojos de su descendiente.

||+18|| ▪TURN ME ON ▪                  ➤ ADRINETTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora