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— ¡Suelta!¡Suelta!¡Perro malo! — golpee con una de mis sandalias al perro de la abuela.

Aquel perro endemoniado intentaba comerse a los pollitos del corral. Corrí detrás de él con la sandalia en mano y uno de mis pies descalzos. Cuando logré alcanzarlo lo alejé del pollo que ahora se encontraba todo desplumado por culpa de ese perro.

— Perro malo, no lo vuelvas a hacer — Dante agachó su cabeza ante mí quizás aceptando su culpabilidad —. Oh no, pequeño pollo.

Tomé al pájaro entre mis manos, el cual se encontraba débil y sus ojos se mantenían entreabiertos. Su respiración era lenta y pausada, las plumas que alguna vez adornaron su tierno cuerpo, ahora permanecían regadas en el suelo.

Sin darme cuenta, había comenzado a llorar. Mis ojos se nublaron y un sollozo salió de entre mis labios.

Pío.

El pollito dejó de respirar, su corazón ya no latía en lo absoluto, había muerto en mis brazos.

— ¡Abuela! — gemí, absorbí mis mocos sin parar de llorar.

Acaricié sus plumas quedantes y con mi manga limpié mis lágrimas.

— No sé por qué lloras si de todos modos te lo ibas a comer en sopa.

Una voz que no era la de mi abuela pero sí era muy conocida por mí, me sacó de mi momento de melancolía llevándome a una escena en la que yo siempre terminaba enfadada.

— Nuri, sí que eres dramática —. dio un par de golpecitos en mi hombro mientras reía encendiendo poco a poco mi llama de la furia.

— Renjun, ¿Qué no tienes casa propia? — se encogió de hombros.

— Iba a la tienda pero los gritos de un demonio en pena me llamaron.
— mordí mi labio inferior aguantándome las ganas de arrancarle cada uno de sus dientes.

Renjun, era mi vecino, mi compañero de clase y mi amigo de la infancia, aunque más que amigo era mi enemigo. Era tan revoltoso e insoportable que me daban ganas de aventarlo al lago y que muriese ahí mismo. Mi abuela lo adoraba, mi tío le tenía afecto como si fuese su propio sobrino y a veces me cuestionaba que ellos lo amaban más a él que a mí.

Me planté de pie y fui en busca de una de las palas de mi tío, sintiendo los pasos de Renjun casi pisándome los talones seguí mi ruta como si su presencia fuera nula.

Cuando obtuve la pala, busqué nuevamente al pollo y me metí al corral donde vivió junto a sus hermanitos.

Acerqué al fallecido a sus hermanos y comencé a llorar cuando escuché que los pollitos hacían muchos pío, pío hacia su difunto.

— Eres tan patética.

— ¡Cállate! — sollocé — Se están despidiendo de su hermano.

— Ese pollo es hembra.

— Dije hermana.

Hice un agujero con ayuda de la pala bajo la atenta mirada burlesca de Renjun.

— Seas llevado al cielo y descanses finalmente en paz, amén — añadí tierra en la tumba del pollo. Los otros pollitos lloraban al igual que yo — Ya no lloren.

— Nuri-ah, deja de lamentarte — habló, solté un suspiro y lo miré. — Ese pollo de uno u otro modo terminaría dentro de tu estómago.

— Eso no es cierto, ahora soy vegetariana — su risa me perforó los oídos, sabía que se estaba burlando de mí como usualmente lo hacía pero aún así no me importaba.

Renjun era un inhumano sin sentimientos y corazón de piedra, el pollito había muerto en los crueles colmillos de Dante teniendo toda una vida por delante, tal vez en un futuro el pollito sería un ingeniero y Renjun ¿qué había hecho?, por supuesto, sólo se rió de su muerte.

El Sol no tardó en esconderse y el chico que supuestamente iba a la tienda no se despegó de mí en ningún momento.

— ¡Vengan a comer! — oí el grito de la abuela, miré a Renjun y éste sólo me sonrió.

— Ya vete.

— Tengo hambre — hice una mueca de obviedad y sólo me sonrió desquiciadamente.

— Tienes comida en tu casa.

— Sí, pero me gusta más la de tu abuela — blanquee los ojos y mi vecino no tardó en empujarme para correr hacia la cena.

Con mis piernas cruzadas y los palillos en mano, esperé ansiosamente que la abuela abriera la olla.

Caldo de pollo.

Caldo de pollo.

Renjun estalló en risas al ver mi rostro estupefacto, mi labio inferior comenzó a temblar y las lágrimas hicieron su acto de presencia recorriendo mis mejillas.

— ¡Abuela! — cerré los ojos oprimiendo las lagrimitas saladas.

— Nuri deja de llorar y come. — el tío como siempre de holgazán se tragó las presas del pobre pollo de un solo golpe.

— Nuri-ah, tienes que comer — miré a Renjun de soslayo, comía felizmente su pierna de pollo.

Maldito asesino.

Me limité a observarlos comer la carne de pollo mientras yo comía una papa que la abuela horneó para mí. Añadí un poco de azúcar a ésta, sabía rica pero nada comparada a la sopa de la abuela.

— Mm, deliciosa — Renjun sonrió a la par que comía, sus orbes demoníacos se clavaron en mí y su sonrisa se ensanchó — ¿Quieres?

Acercó la presa a mi rostro meneándolo de un lado a otro siendo seguida por mis ojos hambrientos.

— N-no.

Se encogió de hombros y siguió con su asunto de devoramiento, saboree mis labios sintiendo como mi boca se hacía agua ante la satisfacción que mostraba Renjun al comer la carne del pobre pájaro.

— Nuri, ¿puedes ir a alimentar a las niñas? — asentí ante el pedido de mi tío.

Me pusé mis zapatos y caminé hacia el corral de esos animales.

Las dos cabras hicieron su sonido característico cuando me vieron llegar.

Una era blanca y la otra era negra, yo las llamaba Yin y Yang por sus dos colores contrarios, el tío tenía un extraño amor hacia ambos animales y se empeñaba a tratarlas como un par de hijas, incluso las mimaba, todo lo contrario a mí, siempre se enfadaba conmigo hasta por respirar.

Les dí agua limpia y cambié su heno por uno en mejor estado.

— Que bonitas — acaricié su suave pelaje sintiendo como mis palmas hacían contacto con una sensación de tocar las mismísimas nubes.

— Más bonitas que tú, por supuesto — apreté mis puños en el momento que su desagradable resonó colándose en mis oídos.

— Renjun, ¿es necesario recordarte que tienes tu propia casa? — sonreí falsamente, actuando con amabilidad pero claramente Renjun nunca caería en mi mala actuación.

— Vaya, tus mejillas están más rechonchas — me apuntó son su índice y por inercia las cubrí con mis manos — Deja de comer tanto.

— ¡Ya! — carcajeó y se cubrió en el momento que alcé mi mano para golpearlo. — Eres un mal...

— Hasta luego, mi bella princesa.

Y huyó, dejándome perpleja y con la boca abierta.

¿Me llamó bella princesa?

Un olor a caca hizo que saliera de mi ensoñación.

— ¡Oh, vamos!

Bueno, ahora me tocaba limpiar la caca.

we young ➳ renjunKde žijí příběhy. Začni objevovat