• Capítulo 4 •

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Otro día en esta escuela de mierda.

Yoongi estaba recostado sobre el césped que había en el patio de la escuela, lanzando un encendedor al cielo y volviendo a tomarlo con la misma mano. Trataba de mantener una expresión tranquila, pero sentía una batalla librándose en su interior. Estaba harto de esta escuela, estaba harto de tener que ver a gente que no comprendía la mierda que estaba pasando por dentro. Lo único que quería era poder irse a vagar por ahí. No quería tener que preocuparse por responderle a gente para la cual no era más que un número. Si no fuera por el profesor Hyen, jamás habría vuelto a la escuela. Jamás habría pasado por su mente volver a pisar este infierno. Como consecuencia, estaba un año por debajo del nivel en que debería estar y se sentía un viejo atrapado entre un mundo de adolescentes. Se sentía asfixiado en ese lugar donde nadie sabía nada de la vida, donde todas las personas se aferraban a sus ilusiones de vidas perfectas. Lanzó el encendedor con más fuerza al aire y terminó cayendo lejos de él. No le importaba. Le daba igual todo lo que pasara a su alrededor o en cualquier parte. Solo quería salir de ahí.

—¿Hoy irás a la sala de música, Yoongi hyung?—preguntó Jeon Jungkook, observando a uno de sus mejores amigos. Se ve decaído, pensó. Ciertamente, su amigo le preocupaba. Odiaba verlo ahí, como una planta, solo preocupándose por existir. Extrañaba al viejo Yoongi, ese que se desvivía por la música y que estaría bromeando con ellos, de esa manera gruñona que solo él poseía.

Yoongi ni siquiera se molestó en mirarle.

—No—respondió.

Jungkook pudo notar por el rabillo del ojo que el mayor, por mucho que luciera tranquilo, presionaba sus puños a los lados de su cuerpo. Sus venas se marcaban peligrosamente en sus manos, probablemente enterrando sus uñas en la palma, y al castaño le dieron ganas de decirle a su amigo que no se hiciera daño. Jung Hoseok, que también estaba a su lado apoyado contra el tronco de un árbol, le dedicó una mirada preocupada a Jungkook. Sin embargo, decidió guardar silencio.

—Podrías ir—insistió Jungkook, como quien no quiere la cosa, recibiendo una mirada asesina de Yoongi como respuesta.

El mayor no se sentía capaz de aparecer ahí otra vez. Amaba la música, vaya que la amaba, pero todo en ella le recordaba heridas. Heridas demasiado profundas como para incluso poder verlas a simple vista. Se relamió los labios, sintiendo como si su cuerpo se volviera aún más pesado. Más que nunca sintió la necesidad de fusionarse con la tierra y desaparecer. Sin embargo, cuando Jungkook se quedó callado, un atisbo de culpa se abrió paso en su cuerpo, así que ladeo la cabeza para encontrarse con el menor, quien estaba arrancando césped, distraídamente.

—Hay una chica que está yendo hace un par de días a tocar el piano—cedió Yoongi finalmente, frunciendo los labios.

—¿Ah, sí?—preguntó Jungkook, sonriendo repentinamente juguetón—. ¿Y quién es? ¿Es bonita?

El menor hizo un esfuerzo por acomodarse la camiseta, como si de un galán a punto de conquistar a una dama se tratase, pero en cuanto Yoongi le vio, sintió pena ajena. Se veía ridículo.

Suspiró profundamente, antes de observar el cielo. Rememoró a la muchacha sin mucha emoción. No sabía su nombre, pero sí sabía que tenía los ojos más extraños que hubiese visto en todo Daegu. Estaba seguro de que ella no era del todo coreana, no podía serlo con aquella mirada. Sin embargo, más que tener la necesidad de conocerla, la detestaba. Detestaba que ella acaparara el único lugar donde quería estar, incluso si ya no tocaba el piano, porque era en esa sala, después de clases, donde se había sentido realmente feliz.

Fools || BTS Where stories live. Discover now