3. Ser un salvavidas.

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—Buenos días —saludó la orientadora, demasiado alegre para ser las siete de la mañana.

—Buenos días, iré al grano, ¿cómo se llama el chico que acaba de irse? —Hemmings me observó con suspicacia, alzando ambas cejas.

—Vaya, ¿acaso te gustó? Oh, me recuerda a cuando Dante preguntó lo mismo sobre Sophie hace unos años, ¡qué emoción! —Sus ojos brillaron por la nostalgia a la vez que no pudo evitar reír.

—¿Ah? ¡No es eso! —negué velozmente, probablemente con el rostro ruborizado. Me aclaré la garganta antes de continuar—. ¿Usted sabe qué le pasó? Me refiero a las heridas, él...

—Suri, yo sé que sufre acoso —dijo ella, perdiendo radicalmente su expresión radiante para tornarse severa.

—Hemmings, no me diga que no está haciendo nada para ayudarlo —fruncí el ceño e incluso levanté un poco la voz sin un ápice de arrepentimiento porque estaba realmente furiosa.

—Es difícil intentarlo si Lance se niega a aceptar que lo están agrediendo. Siempre tiene una excusa nueva. Ayer no pudo venir porque se estaba recuperando de «una aparatosa caída en patineta». ¡Él ni siquiera entra a clase de educación física! No debe saber ni cómo es una patineta, por Dios.

—¿Desde cuándo? —Ya no era capaz de encararla, el tono de mi voz subía gradualmente, estaba consciente que explotaría en cualquier segundo.

—Parece que a mediados de primer curso. Varios maestros me comentaron que no socializaba con sus compañeros así que le pedí que viniera algunos días a la semana. En una de nuestras citas, me di cuenta que usaba maquillaje, le pregunté si era por estética, no respondió por lo que me acerqué y descubrí que cubrió un moretón. Desde ese día iniciaron las excusas.

—¿No puede tomar cartas en el asunto aunque sea evidente? ¿Tiene que admitirlo?

—Sí, tengo que seguir el protocolo. Suri, no me mires de esa forma.

—¡Lo matarán si no los detiene! ¡Seguro él tiene miedo! Son tres chicos, yo los vi en el parque cerca de aquí. Es su deber resolverlo —Había golpeado la mesa de su escritorio en un acto impulsivo, no entendía por qué estaba tomando esto de manera tan personal, pero me daba igual. No podía permitir más injusticias.

—Suri, te prometo que estoy haciendo lo que puedo, necesito que Lance me diga quiénes son. Luego te llamaría para corroborar su testimonio y finalmente podría castigar a los culpables. Si tú logras que él los acuse, lo demás será muy sencillo. ¿Eres capaz de convencerlo? Yo ya he tratado muchas veces. Lance Wilde no se abre ante nadie.

—Lo hará conmigo, eso es seguro. Aun así, me parece lamentable que no intervengan cuando las cosas son tan claras, ¿las autoridades aquí no existen? —respiré hondo, posteriormente me tranquilicé—. Bien, si me disculpa, tengo que ir a clase.

Sin mediar más palabra, me retiré cerrando la puerta con cuidado. La frustración seguía latente, sin embargo, era necesario controlarme y acumular el coraje para enfrentarme con ese terco chico que ahora sabía su nombre: Lance Wilde. Definitivamente, haría lo que fuera por ayudarlo y era aterrador que no tuviera idea del motivo.

(...)

Tanner me contó que estaría ocupado debido a los entrenamientos de voleibol por lo que no podría acompañarme de regreso a casa por un tiempo. Kira tampoco porque era mánager del equipo. Habría querido ver tanto a padre como hija peleando con Tanner, sin embargo, Lance era mi prioridad.

Descubrí que pertenecía a la misma clase que Zack, lo que había pensado era cierto, sus amigos eran los agresores. Solo quedaba confirmarlo y para ello tenía que mantenerme alerta a todo lo que giraba en torno a Lance. Esperé a que él saliera de su clase y me dispuse a seguirlo lo más cerca que pudiese sin que se diera cuenta, al parecer, no era la única que lo perseguía porque escuchaba detrás de mí pasos y ligeras risas. Quise creer que solo era paranoia, era una lástima que esos ruidos no se acallaron en ningún momento, no podía ser coincidencia.

No comprendí la razón por la cual Lance no tomaba una ruta distinta donde no tuviera que cruzar un parque tan solitario. Cuando lo vi sentarse en una banca, me agazapé cuidando que un árbol me ocultara. Por el rabillo del ojo, los vi adentrarse a la zona de juegos, justo al lado del sitio en el que Lance se hallaba.

—¡Hola, Lance! —grité, saliendo abruptamente del escondite. El chico abrió sus ojos avellana como platos, no disimuló ni un poco su desconcierto. Me limité a sonreír. Dos de esos estúpidos le dijeron algo al otro para después huir del lugar. Por lo menos este día sería tranquilo para él.

—¿Qué haces aquí? —espetó, levantándose. Este terco me dificultaba las cosas.

—¿No te dije que iba a ayudarte? Te lo diré ahora. Lance, quiero ayudarte.

—Y yo estoy seguro de que te dije que no necesitaba tu ayuda —volteó hacia ambos lados, se calmó al comprobar que estábamos solos—. Va a ser peor si te apareces así. Puedo arreglarlo por mí mismo. No quiero a otra popular acechándome. ¿Tanto quieres hacerte la buena que sabes mi nombre y deseas volverte mi heroína? Mira, no quiero de tus servicios de ONG, deja de fingir que te intereso. Es suficiente.

—¡Sí, es suficiente! —él se estremeció debido al elevado tono que usé—. La verdad no sé por qué quiero estar contigo en esto, solo déjame aclararte que no es lástima. Conozco tu nombre porque Hemmings me lo dijo, ella también está preocupada y le prometí que haría que confesaras quiénes te están lastimando y eso haré. No pretendo salvarte, eso solo puedes hacerlo tú —me acerqué y lo empujé con mi dedo mientras lo decía—. ¿Me ves acaso cara de salvavidas? Es imposible ser un salvavidas, lo más que se puede hacer es animar a los demás para que lo alcancen por sí mismos.

Me miró por un largo minuto de pies a cabeza. Ambos nos sonrojamos poco después cuando nos percatarnos que habíamos estado de esa forma sin decir nada.

—Uh, Daehyun tenía razón —murmuró, apenas fui capaz de escucharlo. Se dio la vuelta antes de que pudiera interrogarlo sobre aquello—. Como sea, suerte con ello, a mí no me ocurre nada.

—De todos los chicos acosados del mundo, ¿qué demonios pasa con este? —gruñí.

Al menos creo que he avanzado con él. Pareció conmoverle lo del salvavidas. Sophie me lo dijo ayer cuando le conté todo.

«Nadie es un héroe ni un defensor. Nadie puede convertirse en el salvavidas de alguien más. Solo podemos lanzárselo y ver cómo se acercan a la orilla solos».

Está bien, esperaría a Lance en la orilla, pero si arrojaba un salvavidas, él no lo aceptaba y se hundía, ¿qué podía hacer?

FIN CAPÍTULO 3. 

Esta secuela es un desastre [OCRA #2]Where stories live. Discover now