24. Pasión.

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El tono de llamada de mi celular me despertó. Había sido una buena idea elegir una canción de Tessa ya que podía reconocerla en cualquier circunstancia.

Extendí la mano para contestar, pero me llevó un tiempo apartar los papeles, envolturas y botellas vacías que se desperdigaban por mi cama.

—Ay, esto no es —gruñí, percatándome que intentaba comunicarme a través de una tableta gráfica. Estuve trabajando en los últimos detalles de nuestro videojuego, «Dalia», por lo tanto, mi cuarto y apariencia se describían como caóticos.

—¿Hola? ¿Suri? —preguntó Lance al otro lado de la línea.

—¿Qué día es? —Fue lo primero que salió de mi boca, quise darme un golpe.

Él rio.

—Diecisiete de julio, y son las tres de la tarde. ¿Por qué parece que acabas de revivir de una especie de período de hibernación? —inquirió, claramente burlándose.

—Dalia no se hará solo y necesito dormir las ocho horas que me perdí anoche. Por cierto, ¿a qué se debe el honor? Apenas eres capaz de mandar mensajes, ¿ya evolucionamos a las llamadas? No me quejo, me emociona ser lo suficientemente especial.

Él tardó un poco en responder, lo cual me enorgulleció. Lance siempre sabía qué decir, era reconfortarte haberlo «derrotado» de cierta forma.

—Permití que me maltrataras durante el concierto de Tessa, definitivamente eres importante para mí, Suri.

Contuve un chillido, agradecía que no pudiera apreciar mi rostro completamente rojo.

—Te llamé porque quiero invitarte a un lugar —continuó, ignorando mi batalla interna.

—O sea, ¿a una cita? —levanté una ceja.

—Algo así, no quiero ir solo.

—No estoy entendiendo, Lance.

—Si me acompañas, lo harás. Es mañana, a las dos de la tarde, te enviaré la dirección. Asegúrate de vestir formal. ¡Nos vemos! —De aquella manera tan misteriosa, colgó.

Hubiera sido agradable que me informara que, al día siguiente, me encontraría a punto de entrar a la mansión de los Mezzaluna, donde residía la élite culinaria: Emilia, Matteo y el resto de su numerosa familia.

(...)

El vecindario de la clase acomodada se ubicaba a las afueras de la ciudad, cerca de la playa. Identifiqué el hogar de los italianos como la antigua residencia de la «dinastía Price», como apodábamos a los primeros habitantes de Summerfield.

—Dante, An y Nick son ricos, pero esto es ridículo —exclamó Sophie, señalando la vivienda—. ¿Desde cuándo eres amiga de la dinastía Price? 

—No lo soy, conozco a los nuevos dueños, es todo —aclaré, encogiéndome de hombros—. Lance me invitó, supongo que celebrarán un banquete, no lo sé —me bajé del automóvil, había visto a Lance aproximándose—. Está aquí, adiós —me despedí con la mano de mi hermana mayor a lo que ella me pidió que la llamara para poder recogerme.

—Buon pomeriggio, tesoro (Buenas tardes, cariño) —pronunció en un italiano impecable—. ¿Estás lista para rodearte de chefs famosos mundialmente? No lo dudes, comeremos muy bien —No le presté atención a lo que decía porque me concentré en el traje que portaba. Era de color gris, debajo del saco, se visualizaba su camisa blanca cuidadosamente planchada. No le quitaba impacto que careciera de corbata. Siempre supe que Lance era atractivo, sin embargo, no estaba consciente de cuánto.

Esta secuela es un desastre [OCRA #2]Where stories live. Discover now