I

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Una Parkinson: No siempre todo es lo que parece ser.

El timbre de la puerta de mi casa sonaba, eran alrededor de las tres de la tarde así que salí a recibir a quien fuera que estuviera llamando.

—Ministro—saludé a Kingsley Shacklebolt, el nuevo ministro, un ex auror. —Pase —me aparté para dar espacio a que él entrara.

—Un placer volver a verte,  Hermione —estrechó mi mano y le indiqué pasar a la sala. —Vine porque hay algo que debes saber, algo que Dumbledore le pidió a Snape que te informara, pero a falta de ellos estoy yo aquí. —entrecerré los ojos y puse a mi mente a trabajar al máximo imaginando qué podría ser. —Será mejor que te sientes.

¿Qué podía ser?

—Me está asustando ministro.

—No es algo malo — me senté en el sofá y él tomó asiento en el sillón de enfrente. —Tal vez no me lo creas, pero por Merlín que es cierto. —No estaba entendiendo nada.

—Ministro, será mejor que diga lo que sea que vaya a decir ahora.

—Hermione, ¿Qué sabes sobre tu nacimiento?

—Pues... —analicé un poco la pregunta sin encontrar algo que la relacionara con algún tema del mundo mágico — solo sé que mi madre batalló mucho para tenerme, fui un milagro en sus vidas, es todo lo que sé — él asintió — Disculpe ministro, pero ¿Podría ser directo?

—Hermione, este es un tema delicado, no sé como podrías reaccionar y por lo mismo quería ir poco a poco, pero si es lo que quieres, bien —volteó a verme fijo a los ojos. — Merlín, no sé como decirlo sin sonar brusco.

—Sea lo que sea dígalo ya, podré tolerarlo.

—No eres una Granger. —su frase me abofeteó internamente.

—¿Perdón? —solté una risa nerviosa. —Dije que fuera claro, no que bromeara.

—Es cierto, Hermione, tus padres no son los señores Granger — ¿Qué clase de broma me estaba jugando? —No naciste en una familia muggle —esto no podía ser real, no no y no, era una estupidez, sentía los latidos de mi corazón retumbar en mis oídos. Era la peor pesadilla de mi vida —Tus padres son magos Hermione, eres sangre pura — el aire escaseaba en mis pulmones, habría preferido enfrentar de nuevo a Bellatrix antes que esta tortura que no hacía mella física, por lo cual era aún peor. —Perteneces a una familia de los sagrados veintiocho. — mi cabeza empezó a dar vueltas, veía luces de colores parpadear por mis ojos— eres una Parkinson. 

Y ese fue el colmo, el nudo que guardaba mi garganta se desató en desgarradores lamentos mientras que las luces de colores desaparecieron a causa de las lágrimas espesas que se aglomeraban en mis ojos buscando salida.

No podía pensar, esto era ilógico ¡Yo no era una Parkinson!

—¿Hermione? —el ministro se levantó de su asiento para agacharse a mi altura, sin haberlo notado ya estaba de rodillas en el suelo. — Intenta tranquilizarte, por Merlín — Tomó una revista de la mesa de centro y me abanicó en un intento de ayudar a mi cuerpo a recuperarse. Al ver que no mejoraba si no todo lo contrario se acercó a su maletín, ni siquiera supe que sacó, mi cerebro estaba bloqueado y entorpecido. — Te daré una poción para tranquilizarte. —me la dió y en cuanto esta pasó mi garganta caí al piso, mis rodillas no me aguantaron más así que seguí lamentándome hecha un ovillo.

—Es falso —dije con un hilo de voz al haber recuperado un poco el aliento — Tiene que serlo. —poco a poco me sentía mejor físicamente, pero en cuanto a mí; seguía hecha trizas.

Pureza de sangre.Where stories live. Discover now