Preludio |1|

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Karla Camila Cabello Jauregui se sentó en la cocina de su casa, con una taza de té en la mano y la vista perdida en el ventanal, en el paisaje inusualmente nevado de ese invierno crudo que les tocaba vivir en Londres. Acostumbrados como estaban al abrupto cambio climático y las consecuencias del calentamiento global, a veces ni siquiera tenían tiempo de habilitar la piscina cubierta y los días de verano se extendían casi hasta las navidades; este año, sin embargo, no llegó a cumplirse el solsticio que hasta la nieve se hizo presente, dándole a las festividades un toque antiguo y melancólico, vintage si se quiere, que sus hijos menores disfrutaban más que ninguno.

Habían cancelado las clases ese día y allí estaban, sus mellizos y la hermana mayor, jugando con bolas de nieve, haciendo ángeles en el suelo y muñecos grotescos, mientras su madre orgullosa se mezclaba con ellos, pareciendo una adolescente más, con sus cuarenta y muy pocos pero bien plantada, exitosa, más seductora que nunca, invirtiendo los papeles que la habían llevado al estrellato: ahora era la estrella madura que enamoraba a adolescentes y mujeres adultas por igual, todas subyugadas por su encanto y talento, su mirada y su voz. 

Como si la hubiera sentido, miró por sobre su hombro hacia la ventana, levantando una mano enguantada para saludarla. Ella le arrojó un beso al viento y la actriz llegó a atraparlo para guardarlo directamente en su corazón. Todavía era un misterio cómo seguía viviendo su "felices para siempre" después de un cuento de hadas bastante particular.

La alarma de su teléfono le indicó su clase en línea del día, así que levantó su taza de té y anudó mejor su salida de cama, para atravesar el recibidor hacia la biblioteca. Disponía de un plantel nutrido de empleados para atender las necesidades de la casa, pero ella seguía siendo ella, haciendo las comidas principales de la familia, reuniéndolos en la mesa de la cocina, aunque más no fuera para la cena, limpiando sus santuarios. Ningún empleado entraba en su habitación matrimonial ni en la biblioteca, y mientras los niños fueron pequeños, nadie entraba a sus dormitorios; ahora, que la casa estaba un poco más vacía, con los mayores en sus propias vidas y los bebés ya adolescentes, buscaba con qué mantenerse ocupada. 

Su clase del día era una de sus habituales actividades y no iba a cancelarla por los designios del tiempo. Cerró la puerta a sus espaldas y descorrió las pesadas cortinas del ventanal de la biblioteca para poder seguir las instancias de la diversión de invierno a la distancia, con un poco más de amplitud. Preparó el ambiente encendiendo un sahumador con hierbas precisamente elegidas; se sentó en su sillón favorito, desplegó su paño violeta bordado en dorado, acomodó la laptop a un costado y la encendió, mientras barajaba las cartas del Tarot con las que estaba aprendiendo, bajo las cuidadas instrucciones de su maestra Rosa. Cerró los ojos e inspiró profundo, concentrándose en las artes de adivinación; un bip en la pantalla cercana la alerto de la conexión establecida.

—Buenos días, Rosa.

—Buenos días, Camila. ¿Cómo amaneció Londres hoy?

—Nevado. Se suspendieron las clases.

—¿Casa completa hoy?

—Así es... por suerte mi esposa está a cargo, así que tenemos nuestras dos horas para nosotras.¿Cómo está la bella Salta? —En beneficio de su maestra cósmica, hablaban en español, lo cual le otorgaba un doble beneficio con la práctica del idioma, para no perder sus habilidades.

—Calurosa como siempre, un poco más por la época, pero acostumbrados.

Camila separó los dos mazos, con Arcanos mayores y menores, ya barajados, y los dejó sobre el paño violeta mientras alcanzaba con una mano su libro, donde tenía las posibles interpretaciones de las cartas y las tiradas. Ese mes habían empezado a practicar con un nuevo mazo que le encantaba, el Rider Waite, una libre transcripción de Jinete Blanco, algo sugestionada por la última película que había protagonizado su esposa con tanto éxito que quizás en un mes estuvieran en Los Ángeles para asistir a la gala de los Oscar, ya no como invitada sino nominada. Levantó la vista y la vio tomando algunas fotografías con el teléfono.

—Veamos quien serás hoy... —dijo Rosa a través del éter, trayéndola a la realidad. Acercó la mano, primero a un mazo y después al otro, sobre los Arcanos mayores y menores, eligiendo una. Antes de mirarla la mostró a la cámara de la computadora y después la enfrentó—: La sacerdotisa... muy adecuado.

—Suelo verme como la Emperatriz.

—Quizás el Tarot te está diciendo que estás en otro nivel, la sacerdotisa tiene más sabiduría que poder — Apoyó la carta coronando la tirada y con un movimiento empujó los dos mazos, que cayeron al suelo, mezclándose.

—Ups... Una torpe sacerdotisa —Escuchó la risa clara de Rosa mientras se inclinaba para levantar las cartas, y empezó a separarlas rápidamente. La maestra la detuvo.

—¡No lo hagas! Déjalas así... baraja los dos mazos juntos.

—¿Juntos? —Nunca había trabajado así, recién había aprendido el significado de algunas combinaciones de arcanos mayores y menores, tenía más experiencia en leerlos por separado. Bueno, pensó, inspirando y obedeciendo, siempre hay una primera vez.

—Mezcla los dos mazos y concéntrate en lo que quieres saber.

Cerró los ojos y meditó, escuchando solo el roce suave de las cartas entre sí. Siempre preguntaba por su relación con Lauren, era su obsesión, como si presintiera que en algún momento la felicidad fuera a terminar. Todo era demasiado perfecto para una perdedora como ella, alguna vez adicta, alguna vez adultera. Sin embargo, todo escalaba en una colina sin cúspide, donde día a día era más amada, más feliz. Apartó los miedos de su corazón y se centró en sus otros amores, en sus hijos. Los mayores ya eran adultos y cada uno tenía su propia vida, su propio futuro. Quizás el hecho de que hubieran tomado el control de sus existencias, fuera de su falda de mamá gallina, era lo que realmente le preocupaba, así que trajo esa preocupación a la mesa. Abrió los ojos y miró a la cámara.

—¿Y bien?

—Quiero saber por el presente y futuro inmediato de mis hijos mayores.

—Que interesante... no hemos hablado mucho de ellos como adultos, siempre se los ve reflejados como niños en tu pasado. Veamos que dicen las cartas.

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