Preludio |13|

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Cuando Lauren salió de la cocina, la coraza de Camila terminó de quebrarse. Drew movió la silla hasta quedar junto a ella y la rodeó con un brazo, atrayéndola hasta cobijarla en su pecho. Su llanto recrudeció, como si hubiera estado innaturalmente sujeto durante demasiado tiempo; la dejó empapar de lágrimas su camiseta y acarició su cabello castaño y largo, no necesitando de palabras para el consuelo, sabía que su presencia era suficiente, y con eso no se sentía más importante que ninguno de sus hermanos, era simplemente el reconocimiento de un hecho. Cuando se aplacó, le levantó el rostro con un dedo bajo el mentón y la miró desde arriba, encontrando un espejo en sus ojos. Le limpio las mejillas y le beso la frente.

—Tengo miedo.

—No deberías, ya estoy aquí. Todo va a salir bien.

Debió calentar de nuevo el té, porque se había enfriado, y aprovechó ese tiempo para preparar su café. Camila no permitía que se alejara demasiado, por eso se sentó en la mesada mientras él hacía lo suyo, con ese gesto tan adolescente, que permanecía en la frescura que los años no lograban opacar.

—¿Viajaste bien?

—Nadie puede viajar mal en primera clase, mamá.

—Lo sé. Pero tu ubicación en el avión no te ahorraría turbulencias en el aire o en tu cabeza — dijo, empujándole una sien con el dedo índice—. No dormiste.

—Aproveché para adelantar algunas cosas de los exámenes.

—Que mal momento para todo esto. Tú con tus cosas de la Universidad y el laboratorio, Dalia terminando la escuela, Damián saliendo de gira.

—No hay un momento mejor o peor para estas cosas, mamá. Pasan cuando tienen que pasar. Pero no tienes por qué preocuparte. Te dije que los estudios...

—Lo sé... Lo sé —dijo, interrumpiéndolo, mientras él ponía en sus manos la taza de té caliente. Sorbió su café negro, fuerte, sin azúcar, para no sucumbir al cansancio ni la diferencia horaria—. De todas formas, me gustaría que pudieras hablar personalmente con la doctora.

—Cuando quieras, mi tiempo es tuyo.

—Los mellizos se pondrán tan contentos cuando te vean. Y Dalia...

—Pensé que iría a buscarme. Insiste tanto en que venga, y cuando lo hago, le pasa desapercibido.

—Está muy abocada a la escuela. No la distraigamos, ¿quieres? ¿Hasta cuándo te quedarás?

—Un mes —Se dio cuenta que ella se desilusionó.

—¿No puedes extenderlo hasta tu cumpleaños? Justamente tratábamos de recordar con Normani cuándo fue la última vez que festejamos tu cumpleaños aquí.

—Nueve años. Mis dieciséis.

—¿Y no podrías extenderlo hasta mayo, que Dalia reciba su diploma?

Make me crazy.  {Próximamente}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora