Preludio |9|

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Damián Benson estaba al pie de la escalera, en la parte trasera del escenario montado en el Allphones Arena de Sydney, Australia, esperando el final del segundo concierto en el marco de la gira regreso de Mooxe, una de las bandas más importantes de la esfera musical del siglo XXI. 

Las luces se habían apagado y los técnicos habían alcanzado algo de bebida a los tres músicos antes de la última canción, la épica "Caballeros" y su introducción, no menos gravitante, "Armónica". Uno de los técnicos de su propia banda, Madness, que oficiaba de número de apertura en la gira mundial, le alcanzó su preciada Manson Matt Black Stealth, guitarra firmada en 2018 y comprada en una subasta por su madrastra, Lauren Jauregui, en una acción benéfica en la que el cantante y la actriz trabaron una estrecha relación que, de alguna manera, influenció a que él estuviera ahí en ese momento. Podría haber utilizado cualquiera de las cincuenta guitarras que llevaban en tour, entre las de Madness y Mooxe, pero siempre elegía la suya propia para ese cierre, porque era una especie de momento sagrado. 

Cuando el último asistente bajó, chocó puños con él.

—Rómpela, hermano.

—Ese es trabajo de Matt... —dijo, con una sonrisa, mientras masticaba chicle para aplacar los nervios, porque subir a ser segunda guitarra de tu ídolo de la infancia, adolescencia y vida entera, siempre podía producirte una crisis nerviosa o un brote de esquizofrenia, pensando que te volviste loco porque, ¿Cuánta gente podía tener tanta suerte?

Puso un pie en el primer escalón y vio una sombra acercarse; lo reconoció de inmediato, por eso trató de hacerse el desentendido, acomodando sus audífonos y encendiendo el remoto. Su cantante, DaveG, primera voz y segunda guitarra de Madness, raramente volvía al escenario después de terminar, quizá porque no le interesaba el espectáculo, como a él, o porque siempre había algo mejor que adorar a Mooxe a su criterio. No era su caso, pero cada cual con su gusto. De cualquier manera, DaveG ahí, no le resultó una buena señal.

—¿Ya subes? —No pudo ignorarlo. Se arrancó un audífono y fingió que no lo había escuchado.

—¿Qué?

—Buena suerte... —Le devolvió la sonrisa con una mueca. Nunca debió aceptar a un tipo así en su banda: Trepador, interesado, materialista, soberbio, egoísta; DaveG era todo eso, lo reconocía de primera mano porque ostentaba varios de esos títulos, podían preguntarle a cualquiera de sus hermanos, que lo habían padecido desde la cuna. Como en cualquier espectáculo, no era un buen augurio que te desearan "buena suerte", aunque no conocía la fórmula aplicable a la música, en el teatro aplicaba otra, más conocida.

—Deberías desear que me rompa una pierna, si en verdad lo que quieres es que tenga suerte ahí arriba... —Con todo el desdén que pudo demostrar, escuchó las primeras notas de "Armónica" y volvió a reacomodarse el audífono. Le dio la espalda a DaveG y empezó a subir las escaleras.

A pesar de la ovación, que avanzaba como un tsunami vocal, pudo escuchar su respuesta con total claridad.

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