Preludio |10|

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Damián y MattB, salieron del camerino privado con casi una docena de cervezas en su sistema, apoyándose en la puerta con muy poco humor para lo que se estaba preparando en la sala común. Los integrantes de Madness y Mooxe, junto a algunos sonidistas y otros asistentes, habían dispuesto las sillas en un círculo rodeando la nada, mientras un grupo de chicas locales reían como colegialas en una esquina. La mayoría eran rubias, se le hizo un agujero en el estómago, como siempre que estaba muy borracho y no podía controlar las sensaciones. MattB se sacudió un poco la modorra y habló con la autoridad del líder, aunque algunas sílabas patinaron sobre alcohol.

—¿Qué está pasando aquí?

—Todavía no pasó nada. —Se excusó uno de seguridad que terminaba de acomodar las sillas— Es solo un juego.

—¿Qué tipo de juego? —Repasó a las muchachas que estaban vestidas, o desvestidas, como para salir a la playa.

—Espera y verás... lo leímos en un libro.

—¿Un libro? —Escupió— Nada bueno va a salir de eso.

MattB lo miró sobre su hombro y le guiñó un ojo, desarmando su impronta de jefe malo, y le hizo una seña con la cabeza para que se uniera a ellos. Las chicas también se acercaron, sacando cada una, algo, de un pequeño bolso negro, mientras tomaban posición junto a cada silla. Fue el turno de los hombres, acomodándose en los asientos. El despliegue estaba captando su atención. DaveG estaba todavía de pie junto a una de las pocas morenas del grupo; Damián fue hasta allí, y si bien no se acercó a la silla, porque no tenía intención de sumarse al grupo, quiso interiorizarse. DaveG habló:

—Se llama beso arcoíris... —dijo, mientras las dos mujeres más cercanas desenroscaban un labial fuerte y artificial, y con ello repasaban sus labios. DaveG lo codeó y se rio por lo bajo— Te la van a chupar hasta marcarte con todos los colores del arcoíris.

—Hay más de siete... —contó, a través de la bruma del alcohol.

—¡Varios arcoíris! ¡Toda una tormenta de colores! —dijo su cantante, con un gesto ampuloso que provoco más risas adolescentes.

La mayoría del grupo fue ocupando sus lugares, los muchachos en las sillas, desabrochando sus pantalones, las chicas desanudando sus bikinis, como si fuera necesario. DaveG arrastró a la morena para que se acomodara entre sus piernas, pero ella no quitaba sus ojos azules de Damián; por su parte, la rubia que parecía haberle tocado en gracia, levantó ambos brazos para soltar el lazo de su bikini, atado tras el cuello, meneándose al ritmo de la música que ya sonaba. Le apoyó las tetas en el brazo y él la miró como si hubiese cometido una terrible infidencia.

—¿Vamos? —le dijo, con la boca en azul tornasolado. La morena a los pies de DaveG lo miraba mordisqueando su labio inferior, verde agua, como si no pudiera esperar a llegar a él. Le pareció conocida, pero hizo otro gesto de disgusto, y estaba empezando a sospechar que las malas noticias, o el alcohol, estaban afectando su libido, porque no es que no le gustaran las orgías, o el sexo descontrolado y original como el que estaban proponiendo; en otro momento se hubiera quedado, pero no estaba de humor, y como si todo eso fuera poco, ahora todos los ojos estaban puestos en él, el único de pie, el único vestido. La rubia volvió a presionarlo y se la quitó de encima; con un movimiento rápido la obligó a arrodillarse y arrebató de un tirón a la morena. DaveG se quejó.

Make me crazy.  {Próximamente}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora