Sexto capítulo

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Todas las miradas se posaron en Amaia, quien no soltaba la mano de su amigo. Él único en quien confiaba en esos instantes.

Mientras estuvo en coma, había sentido lo que ocurría a su alrededor. Escuchaba conversaciones confusas para ella. El hombre canoso, junto a la joven rubia y el joven de pelo más oscuro no la habían dejado sola durante esos dos meses. Dormían, comían, vivían con ella. El problema estaba en que ella no sentía que lo hacía con ellos.

No los conocía. Tan solo conectaba con el chico de ojos de purpurina. No sabía el por qué, pero le conocía. Algo en su interior se movía cuando él estaba cerca. La visitaba todos los días, le cantaba y le tocaba la guitarra. Amaia se sentía libre al escucharle. No recordaba su vida, pero cuando lo escuchaba, empezaba a hacerlo. Eran recuerdos débiles, casi invisibles, pero todos eran con él.

Ni ella misma se explicaba el por qué. No entendía el funcionamiento de su mente. Todo era muy extraño.

El médico fue el primero en reaccionar.

-Acompañadme fuera, por favor.

Su mirada se dirigió al padre y a los hermanos de Amaia, en cuyos rostros no se podía descifrar lo que estaban sintiendo.

Alfred permaneció con ella. Confuso, aturdido por lo ocurrido. Tenía sentimientos contradictorios. Estaba feliz porque ella lo recordase, de alguna forma, pero lo hacía. Por otro lado se sentía culpable porque no recordará a su familia, y si a él. No sabía cómo sentirse, ni cuál era el sentimiento más acertado.

-¿Quie...nes son?

-Son tu familia Amaia.

La mirada pérdida de la chica se lo confirmó, no recordaba nada.

-No...recuerdo.

-Tranquila Amaix. Poco a poco. Acabas de regresar de un profundo viaje, es el jet lag.

Amaix. Su corazón daba un vuelco cada vez que escuchaba esa palabra. Y Alfred, solía llamarla así.

Ella quería saber por qué.

-¿Amaix? ¿Por...q..ué?

Algo en Alfred decayó. No conocía todas sus rarezas. Ni las suyas, ni las que compartían. Y eso, le entristecía.

-Es parte de nuestro código. Te lo iré enseñando titi.

Alfred le sonrió. Y ella lo imitó. Ese chico le proporcionaba alegría y felicidad a una vida que ella no conocía, pero sabía, que gracias a él lo haría. Y estaba ansiosa. Pero antes, tenía que enfrentar a las personas que iban cruzando la puerta de su habitación.

Según Alfred, su familia.

Echaba de menos una presencia, una figura en esa escena. No sabía a quién pertenecía la sombra que se recreaba en su mente, pero había estado presente. Y de alguna forma loseguía estando.

Quiso compartir esa extrañeza. La tomarían por loca. Recién despertada de un coma y creyendo sentir almas, personas, sombras que no estaban. Además de no recordar nada en su totalidad. Un caso de total locura.

Miró al médico. Miró a quien era su familia, y miró a Alfred. Volvió a apretar la mano de este último.

-Dime Amaix.

-Fa..lta

-¿Qué falta?

Amaia negaba con la cabeza. No sabía que faltaba, pero algo, alguien, faltaba.

-¿Probamos algo?-Le cuestionó Alfred. Amaia asintió.- Perdone, ¿cree que fuese conveniente que Amaia tratará de escribir?

El médico miró a todos los presentes y se comenzó a hablar.

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