Penúltimo capítulo

1K 96 24
                                    

Entrar en mi casa de la mano de Alfred era extraño. Nuestras familias nos conocían, y sabían que tarde o temprano esto sucedería, pero aún así, no dejaba de ser raro.

-Veo ¿felicidad?

Mi hermana fue la primera que pilló todo. Siempre había sido la más lista para ello. Mi hermano y yo, sin embargo, vivíamos en otro mundo.

No me atreví a contestar, Alfred tampoco lo hizo, tan solo sonrió. Yo también lo hice. No iba a dejar de hacerlo hasta que el momento llegase. Aún así, creo que lo seguiré haciendo. Y más si se trataba de él.

Aitana, escondida entre los cojines del sofá, intentaba leer mi mirada. Supe que se olía algo. Pero lo dejaría para más tarde. Ahora mismo, tan solo quería disfrutar, de ellos, de mí, de nosotros. Mi familia.

Me consideraba una persona afortunada, a pesar de todo por lo que había pasado. Tanto yo como ellos. Supe que esas vivencias me habían hecho más fuerte, y me dejaban ver otra perspectiva de la vida. Nuestra vida es un camino, nunca liso, siempre con piedras. Y saber cómo levantarte tras la caída era una virtud. Frase que siempre mi madre me había dicho, pero nunca había entendido. Ahora comenzaba a cobrar sentido dentro de mí.

En nosotros mismos hay dos recipientes. Uno de vivencias buenas, y otro de malas. Para mí, esto antes era inexistente, pero poco a poco se hizo más pesado. Lo había tenido sobre mis hombros, sin poder con él, como cuando tienes una pesa de 20 kilos y apenas tienes fuerza para sujetarla. A mí me había pasado eso, había sido mi sensación todos estos meses. Sin embargo, ya no. Esa era mi montaña particular. Ahora la había arrojado al suelo, y me había quedado con todo lo bueno, con el otro recipiente. Porque si algo he aprendido en este tiempo, es a saber distribuir mis problemas, y a superarlos, ver el lado bueno de todo. Tenemos una vida, y si no la aprovechas, ¿para qué estás en ella?

-Amaia, Amaia.

Giré mi cabeza alarmada. Alfred estaba ante mí, moviendo sus manos agitadamente. No había nadie más en mi salón.

-¿Estás bien? Por momentos te has sumergido en otro mundo.

-Estaba pensando. Muchas emociones.

Colocó sus codos en mis rodillas, y acarició mi rostro con suma delicadeza.

-Muchas emociones Amaix. Tienes que descansar, ya es tarde.

-No quiero irme a dormir. ¿Dónde están todos?

No quería dormir. Mi cuerpo y mi mente estaban en otro lugar. Fuera de lo racional y cautivados por la pasión.

-Se han ido. Creo que iban a casa de tu tía Mari Carmen a por algo. Tardarán unas horas.

Sus últimas palabras fueron la explosión que necesitaba. Era el momento. Y él lo entendió tanto como yo.

Su mano agarró la mía, su sonrisa iluminó la sala. Éramos dos niños conociendo un nuevo juego. Aprendiendo a jugar, igual que cuando pequeños aprendimos a tocar el piano. Juntos, siempre juntos.

(Recomendación: escuchar "De la Tierra hasta Marte" durante esta escena)

-Ven.

Fundí su mano con la mía, sintiendo el calor que transmitía. Tiré de él hacia la cabaña, mientras me sonreía. Quería estar con él, ahora y siempre. De la forma que fuera. Aquí en la Tierra o en Marte. Su mirada me permitía saber que él también, su transparencia lo afirmaba. Tan solo había que dejarse llevar.

Su boca se unió a la mía, me buscaba, y me encontraba. Alfred conocía mis teclas, provocaba que estas sonasen incluso estando oxidadas. Él era el fuego que las hacía arder. Arder de pasión, de amor.

-Amaia...

-Sh. Hoy mando yo.

Y así fue. Quería mimarlo, cuidarlo, hacerle sentir el fuego que él me provocaba a mí. Juntos en el incendio.

Alfred se impacientaba, desabrochaba rápidamente los botones de su camisa azul de rayas. Lo miraba hacerlo con su cara desorientada. Estaba nervioso.

-Alfred. Mírame.

Lo hizo, con sus ojos brillantes.

-Soy yo. Somos tú y yo. No estés nervioso ¿vale?

Acariciando su rostro él me decía que si, rozando su nariz con la mía. Dándome un beso de gnomo, como él los llamaba.

-Quiero estar a tu altura Amaix.

-Eres imperfectamente perfecto para mí. Te quiero.

-Yo a ti también.

El momento dulce se esfumó, la pasión nos sumergió. La ropa comenzó a sobrar, y mediante movimientos torpes por parte de ambos, nos deshicimos de ella.

-Guapa.

Sus labios, mi droga personal. Bebía de ellos estando sedienta en medio del desierto.

-Bebé...

-¿Preparada para volar?

-De la Tierra hasta Marte Alfred.

Cuando nos fundimos en uno mi mirada estaba fijada en la suya. El dolor de nuestra primera vez lo sentimos los dos, nuestro primer orgasmo. Nuestra primera vez tan especial.

Lloramos, reímos y gritamos. Alfred y Amaia, Amaia y Alfred.

Si me dijesen que pidiera mi último deseo tendría claro cuál sería. Estar con él, fuera como fuera, en el planeta que fuera, pero con él.

Siempre. Bajo nuestra ciudad de las estrellas.

Y a pesarde todo, permanecí junto a él, como siempre le prometí. 


-----------------------------------------------

Tan solo queda uno, perdón si es corto, pero debía ser así. Nos leemos en el desenlace de la historia. 

Muchas gracias por todo. Os quiero.   

A mi ladoWhere stories live. Discover now