Capítulo 4.- Café con leche.

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Bajando del tren, Katsuki Bakugou contempló desde el andén como caían pequeños copos de nieve que se derretían al contacto con su piel. Esta pequeña nevada era augurio de que, por la noche, caería otra tormenta para su mala fortuna

Maldijo como siempre lo hacía y se acercó a una máquina expendedora de la que compró un café. Estaba muy caliente.

Si se ponía a pensarlo con detenimiento; hanía cierta ironía en que todos los días después de un largo día de trabajo en una cafetería, bebiera ese mismo líquido oscuro pero desde una simple lata. Nunca había bebido un café de la cafetería en la que trabajaba y no tenía intención de hacerlo.
Al tragar la humeante bebida, sentía como desaparecía la fatiga y el fastidio diario de ser un mesero. Lo odiaba. Odiaba su trabajo pero debía comer de algo

Tenía el hábito de beber una o dos cervezas a la semana en la más íntima de sus soledades, pues había cortado la comunicación con sus amigos de la preparatoria y no estuvo el tiempo suficiente en la facultad de artes para congeniar con nadie. Tampoco hablaba con sus amigos de la secundaria, pues sus caminos se habían separado demasiado, sólo había una excepción a aquellos lejanos tiempos nostálgicos.

Ese día, tomó el tren de las 6:00 pm, una hora más tarde que el de Ochako..
Ya eran las 7:00 pm cuando llegó a su estación, la cual se encontraba a veinte minutis caminando desde su casa; el café seguía caliente.

Ya estaba oscuro y las luces de la calle era lo único que le permitía ver.

Sus rodillas estaban frías y le dolían. Tan sólo tenía 19 años pero en ese momento se sintió como un viejo, un maldito anciano.

Su estómago reclamaba, como si fuera un rugido de guerra, por algo más que un simple café; si le añadiera un poco de leche, el color resultante se parecería a su cabello: Uraraka Ochacko.
Habían asuntos pendientes que no tenía el valor de resolver y evadió el problema tirando el resto de café en una papelera cercana para inmediatamente después marcharse con dirección a su casa.
Tenía ganas de cenar algo caliente y picante.

Su departamento estaba en el tercer piso de cinco que habían en aquel edificio que colindaba con un parque y sobresalía de todo el barrio, pues era una zona residencial con casa pequeñas y ninguna de ellas tenía dos pisos. Era un lugar humilde pero tenía cierto encanto.
El dueño del edificio era el tío de un amigo de Katsuki llamado Eijiro Kirishima su único amigo de secundaria que conservaba, por lo que su renta era la mitad que el resto de los residentes. Sólo que él debía respetar tres reglas: nadie del edificio debía saber de este "descuento". No podía meter mujerzuelas y nada de mascotas mayores a un hamster o quizás dos.

Para buena fortuna de Katsuki, no importaba que trabajo de mierda consiguiera, siempre se las ingeniaba para poder pagarle cada mes y de forma puntual el dinero que debía, lo que hizo que ganara la simpatía de aquel hombre.

-"...Me agrada tenerte de arrendado. Puede que seas joven pero eres respondable."-dijo el hombre en alguna plática con el rubio.

Pero había un defecto en todo el edificio que molestaba a Katsuki, y es que el ascensor estaba averiado incluso antes de que él se mudara. Le sacaba quicio.

Lo que conocía como "hogar" era un lugar pequeño, relativamente hablando: dos habitaciones, un baño, una sala-comedor de un tamaño considerable y una pequeña cocina. También tenía una terrasa, aunque no muy grande pero desde la que se podía ver las vías del tren.
Una de las habitaciones era usada como alguna clase de "estudio", un lugar donde guardaba todas sus cosas para pintar y donde también hacía esta actividad, decorado sin querer con al menos cinco cuadros sin terminar y de las cuales tampoco tenía ninguna intención de continuar pues la más reciente llevaba seis meses en espera.
Él tenía una regla: si tardaba más de dos meses en terminar un dibujo o pintura, lo abandonaba sin pensárselo dos veces, sin excepción.
El piso de esa habitación era un tapizado improvizado de periódicos manchados de una infinidad de diversos colores.

En la sala, sólo poseía un sillón grande con una pequeña mesita de centro y un mueble en el que reposaba una T.V. y un teléfono que, aunque era anticuado para muchos, Bakugou sabía valorar a importancia de ese tipo de teléfonos; y a escasos metros, una mesa de comedor cuadrada con 4 sillas medio usadas que consiguió en una tienda de muebles usados.

Ni una sola foto o imagen adornaba las paredes de la sala o el comedor, de hecho lo más parecido a eso eran sus pinturas a medio terminar. Las brillantes lucecitas del módem del internet sería su única (o lo más parecido a tal) decoraciónde navidad.
Ya era Noviembre y las vacaciones de navidad estaban a punto de comenzar.

Era un lugar frío, pues no tenía un calentador o alguna forma de cambiar el clima por lo que sus veranos también eran difíciles de sobrellevar. Este era su segundo invierno en aquel departamento.

Un año y seis meses había dejado la casa de sus padres, pero no había cortado comunicación con ellos ya que solía hablar con su madre un sábado al mes.

Al abrir la puerta, tuvo un sentimiento de desasosiego, pues por alguna razón aquel departamento le pareció, por primera vez, inóspito, frío y solitario.

*Fin de capítulo*

Las Diferencias Entre Tú & Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora