Prólogo

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 "Cuanto más felices son los tiempos más pronto pasan".

Plinio el Joven.


Año 63 d. C., en algún lugar del Mar Mediterráneo.

¿Dónde se había quedado su apacible y tranquila vida? ¿Por qué el destino había tenido que dar ese giro tan inesperado y arrebatarle la única posibilidad de ser feliz que tenía?

     Claudia había llegado a la ciudad de Baelo Claudia cuando fue comprada por su amo con tan solo diez primaveras. Como esclava había trabajado duro y se había ganado un lugar en la Casa de Livio. Ayudaba en la culina y era la encargada de realizar las labores domésticas de la domus junto con su inseparable amiga Julia.

     Tito Livio había sido un buen amo, compasivo y justo; de hecho, a su muerte había otorgado a todos sus sirvientes la libertad. Su vida, que había transcurrido entre la esclavitud y el deseo de ser algo en la vida, estuvo rodeada siempre de sus amigos que se habían convertido en su única familia. Cuando obtuvo la libertad decidió seguir trabajando como liberta y no separarse jamás de su amiga Julia que se había convertido en la nueva dueña de la Casa de Livio.

     Con pesar, recordó lo que supuso la llegada a la ciudad de la Novena Legión romana para organizar y dirigir el asentamiento militar. Su amiga Julia había terminado casándose con el general Marco Vinicius, y ella sin darse cuenta acabó enamorándose de uno de sus legionarios, el tribuno Quinto Aurelius.

     Pero todo se había roto en aquella oscura y fatídica noche de la boda de Julia, ¿quién iba a imaginar que unos acontecimientos tan maravillosos y felices iban a terminar de manera tan trágica? Unos mercenarios comandados por el pirata mahuritano Spículus habían aprovechado los festejos para asaltar la ciudad. Después de que todo el mundo se hubiese acostado, Quinto y ella aprovecharon la noche para alargar un poco más su felicidad y, de camino a la playa, fueron asaltados. Su enamorado quedó tendido en el suelo, moribundo, herido de muerte, mientras la sangre y la vida se le escurría por la callejuela en aquella noche lúgubre y oscura en la que ella se habían convertido de nuevo en prisionera sin que pudiera evitarlo.

     Ahora, a bordo del Fortuna, el barco pirata de Spículus, se encontraba amordazada y maniatada. En cuanto la bajaron a la bodega uno de aquellos perros la había emprendido a golpes con ella dándole una paliza para que le sirviera de escarmiento. Y aunque intentó hacerse un ovillo en el suelo, su espalda fue la que recibió más patadas de aquel engendro. No había costilla que no le doliese y piel que no estuviese morada, pero sobreviviría. Como fuese intentaría sobrevivir hasta que Quinto la rescatara. Porque contemplar otra posibilidad, era como barajar la opción de estar muerta en vida. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de su amado legionario abandonado en el suelo aparecía en su mente.

TARRACO (Completa) @ 2 Saga Ciudades RomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora