Capítulo 2

4K 598 88
                                    

<<Mostrarse asustado sin motivo aparente es dar a conocer que se tiene razón de temer>>. Seneca (2 AC-65) Filósofo latino.


    El mercenario no llevaba la túnica romana, sino unos ropajes que eran típicos de las tribus del norte. De piel aceitunada, el hombre era todo músculo, no había ni un solo ápice de grasa en su cuerpo. Pero su olor era tan pestilente que echaba para atrás. Con solo una mirada podía hacerse a la idea del peligroso hombre. Nunca una persona le pareció tan salvaje como aquel que tenía frente a ella en ese momento. Claudia optó por no mostrar su miedo, ni decir algo que pudiera provocar a aquel engendro.

—Tú y yo vamos a divertirnos un rato, preciosa —dijo el pirata mirando la puerta y acercándose a ella sigilosamente—. ¿No dices nada? Mejor, prefiero que utilices tu boca en otros menesteres. Acércate, preciosa —sugirió el mercenario con un gesto de la mano indicando que se aproximara hacia él.

     Claudia continuó sin pronunciar palabra pero movió la cabeza negativamente.

—Esto va a resultar más entretenido de lo que me esperaba. Me gustan las mujeres que se resisten, son las más fogosas... —dijo avanzando un poco más— cuando acabe contigo nadie podrá reconocerte.

      La joven se mantuvo firme y, metiendo su mano en la túnica, se aseguró de que el pequeño cuchillo que llevaba en su interior continuaba ahí. Dando un paso hacia atrás, se colocó detrás de la mesa de trabajo utilizándola como barrera.

—Netón no tardará en venir. Yo de ti me marcharía si no quieres buscarte problemas con tu capitán... —acertó a decir Claudia intentando que el pirata desistiera de sus intenciones.

—Ese maldito cocinero no va a impedir que haga lo que he venido a hacer. Además, a las perras como tú les termina gustando lo que les hago. No sé porque te quejas —dijo el mercenario avanzando lentamente hacia delante, ganando terreno en el pequeño espacio de la cocina.

     Claudia era consciente del peligro que se avecinaba. Si gritaba seguramente alguien podría escucharla y advertir al cocinero, pero si no llegaba a tiempo tendría que luchar por salvar su propia vida.

     Sin previo aviso, el hombre saltó sobre la mesa y cogió el borde de la túnica de Claudia. La muchacha intentó correr para soltarse del agarre del pirata, que era mucho más rápido y fuerte; pero éste, dando un último impulso, se abalanzó sobre ella haciendo que ambos cayeran sobre el suelo.

     La muchacha sintió todo el peso de la fuerza del hombre sobre su propio cuerpo, mientras se quedaba sin aire en sus pulmones. Intentando escabullirse de debajo, empezó a forcejear, a la vez que intentaba arrastrarse en medio de aquella locura. Pero el mercenario la tenía firmemente agarrada de uno de sus tobillos. En un giro inesperado de la joven, pudo darle una patada en la cara consiguiendo romperle la nariz. El hombre, furioso porque había empezado a sangrar, terminó amenazándola de muerte:

—¡Te tengo que matar maldita zorra! ¡Me has roto la nariz!

     Claudia consiguió levantarse del suelo con rapidez y, casi había conseguido abrir la puerta para poder salir, cuando los rápidos reflejos del hombre impidieron de nuevo que consiguiera alcanzar su objetivo. El mercenario volvió a cogerla otra vez del pie e hizo que cayera nuevamente al suelo, con la mala fortuna de golpearse el costado con una caja de madera que había en un lado. El dolor era insoportable y la vista se le nubló de repente, momento que aprovechó el sujeto para echarse sobre ella y sujetarla con su pesado cuerpo. Unos segundos después recuperó la vista y la respiración, pero ya era demasiado tarde. A pesar de que Claudia luchaba para escapar de su agresor, el hombre golpeaba su cara con tanta fuerza y saña que no tuvo la más mínima oportunidad de poder defenderse. Casi a punto de perder el conocimiento solo fue consciente de que tendría una sola oportunidad.

TARRACO (Completa) @ 2 Saga Ciudades RomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora