Capítulo 24

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"Lo mismo es nuestra vida que una comedia; no se atiende a si es larga, sino a si la han representado bien. Concluye donde quieras, con tal de que pongas buen final". Seneca (2 AC-65) Filósofo latino.


—Raptaste a mi mujer, me heriste de muerte y acabaste con la vida de mi hijo...—dijo Quinto mirando con odio a aquel ser que tenía enfrente— ...ha llegado tu ahora, a ver si eres tan valiente con un hombre como con una mujer.

     Spículus escupió a los pies de Quinto y, riéndose en su cara como si fuera un demente, contestó:

—Primero te mataré a ti, luego a esos dos perros—dijo señalando con odio a los dos hermanos Vinicius—y cuando acabe con ellos, haré padecer a esas perras, tanto que desearán no haber nacido ni en esta ni en otra vida.

     Marco se adelantó un paso para poner fin a la vida del pirata pero Máximus agarró a su hermano de la manga deteniéndole.

—No caigas en la provocación, esto debe acabarlo Quinto. Él fue el que más perdió, déjale que prosiga... —Marco volvió la mirada hacia su hermano y a regañadientes le hizo caso.

     Quinto caminó en circulo alrededor de Spículus.

—El que va a lamentar haberse cruzado en nuestro camino vas a ser tú, tus días acabarán aquí y ahora. Prepárate a morir.

—¡Eso habrá que verlo! —dijo Spículus mirándolo con rabia mientras hacía muecas sacando la lengua y riéndose salvajemente.

     El mercenario estaba debilitado por los latigazos y por la puñalada que le había dado Claudia y Quinto fue consciente de su lamentable estado.

—Parece que mi mujer se ha entretenido un rato contigo...

     Ese comentario terminó por desequilibrar al mahuritano que, gritando como un poseso, empezó a maldecir mientras atacaba a Quinto sin un orden lógico. Todos los que presenciaban la lucha tuvieron la sensación de que aquel sujeto se había vuelto completamente demente, pero con una fuerza descomunal se resistía a que el procónsul acabara con él.

     Quinto detuvo cada estocada que estaba destinada a herirle, mientras poco a poco comprobaba como el pirata se iba debilitando. Ambos hombres se golpeaban con tanta violencia que pequeñas chispas de fuego saltaban del cruce del hierro. El soldado con la maestría adquirida después de tantos años de lucha se dedicó a jugar con el pirata hiriéndole y provocándole pequeños tajos y heridas que iban derramando la sangre precisa, justo en los puntos donde el hombre era más vulnerable al dolor. Intentando que la agonía se prolongara lentamente haciéndole padecer tanto como Claudia había sufrido tiempo atrás. Quería que supiera que las fuerzas se le iban mermando y que la lucha estaba próxima a acabar.

     Al cabo de un rato cansado, Spículus retrocedió varios metros separándose del legionario y parando de repente la lucha. Intentó recuperar el aliento mientras se echaba mano al estómago comprobando horrorizado como su mano se humedecía de su propia sangre sin dar crédito a que aquello estuviese sucediendo. La última estocada había estado demasiado cerca de matarle pensó el pirata. Estupefacto, se secó la sudor de la frente con la manga de su camisa y poniendo la ensangrentada mano enfrente de sus ojos como si estuviera en trance miraba el caliente líquido correr por las agrietados dedos que evidenciaban el paso de los años de piratería. Lentamente una gota cayó sobre la arena seguida de otras y el pirata salió de su ensimismamiento...

TARRACO (Completa) @ 2 Saga Ciudades RomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora