Capítulo 1

5K 585 79
                                    

 "Ni aun permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino".

Esquilo de Eleusis (525 AC-456AC). Poeta trágico.


       Desde el caos del día anterior, nadie había procurado bajarle agua o algo de comida. Desde el banquete de la boda de Julia, ningún alimento se había depositado en su estómago que rugía de vez en cuando. Y a pesar de la rabia que la consumía, la pena por la muerte de su amiga le impedía comer la más mínima vianda. Sin embargo, necesitaba beber, no podría aguantar mucho sin agua.

     Había dormido a intervalos desde que la habían obligado a bajar a la bodega del navío, después de presenciar el trágico espectáculo de la muerte de Julia. El desgraciado de Graco había dado la orden de que la tirasen por la borda después de apuñalarla. Algún día acabaría con él sucio bastardo, se lo debía a la memoria de la que había sido como una hermana para ella.


     El vaivén de las agitadas olas hacía que el barco se moviera de un lado a otro, y desde lo más hondo de aquella oscura tortura se escuchaba como el cielo rugía y tronaba amenazando una horrible tormenta. No sabía a donde la llevaban pero sabía que ningún buque romano ni nadie, acudiría en su auxilio ¿Quién en su pleno raciocinio se adentraría en aquella tempestad? Solo un loco. No se explicaba por qué el barco que los perseguía en la ensenada de Bolonia había dejado de hacerlo. Si por lo menos hubiese intentando darles alcance, habría tenido alguna posibilidad de salir de aquella pesadilla.

     Tendría que tener paciencia y no perder la esperanza, estaba segura de que Quinto iría en su búsqueda en cuanto se recuperara, era su única esperanza de salir de aquel infierno. Antes de morir, Julia le había confirmado que su amado no había muerto pero que en su encuentro con los mercenarios había resultado gravemente malherido como para acudir en su auxilio en ese momento. Tardase lo que tardase en recuperarse, Quinto iría a por ella, ambos se amaban demasiado como para que la olvidara. Pero Spículus le sacaría para entonces demasiada ventaja y, si la buscaba, sería una empresa demasiado difícil y ardua dar con ella. Rogaba a los dioses que le proporcionasen la fuerza suficiente para sobrellevar aquel destino.


     En la bodega donde estaba prisionera todo estaba oscuro, se podía percibir el olor a salitre y enrarecido del lugar. Tanteando por el suelo comprobó que había toneles y sacos de lo que debían de ser víveres y provisiones. Y aunque había intentado buscar algo con lo que poder comer, no encontraba nada porque los barriles no los podía abrir con sus propias manos.


     En medio de aquel silencio aterrador se escucharon unos pasos que bajaban hacia la bodega. Tensa y completamente helada, esperó a que desde el otro lado alguien decidiera sacarla de allí. Un ruido de una llave procedente del otro lado se escuchó. La puerta se abrió con bastante dificultad, puesto que la madera, hinchada debido a la humedad, impedía su apertura. No obstante, su salvador consiguió abrirla dejando pasar un poco de aire y de luz procedente de la parte superior. La voz gruesa y ronca de uno de aquellos piratas se escuchó dirigiéndose a ella.

—Si quieres comer algo ya puedes salir y ganarte tu sustento. Pero date prisa, el capitán me ha ordenado que me encargue de ti y maldita la gracia que me hace. ¡Ah! Y un consejo te doy: si quieres sobrevivir, no se te ocurra salir de la cocina, los hombres que hay ahí arriba, llevan demasiado tiempo sin una mujer y tu eres demasiada bonita para que pases desapercibida.

—¿A dónde me llevan? —preguntó Claudia mirándole con interés.

     El pirata se volvió y, observándola por primera vez, le dijo seriamente:

TARRACO (Completa) @ 2 Saga Ciudades RomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora