Capítulo 5

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"El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás". Plutarco (Escritor griego).

 Entre el público, Gaius Vesto observaba atento la lucha entre las dos mujeres. Era el editor spectaculorum, sus conocidos le conocían como el mejor organizador de juegos de toda Roma. Ese día había sido invitado por dos lanistas que conocía desde hacía tiempo y con los que habitualmente hacia lucrativos negocios. Sentado en una de las gradas principales, el encuentro entre las gladiadoras estaba a punto de comenzar. Últimamente se había puesto de moda la lucha entre mujeres, y esas que tenía enfrente de él, eran espléndidas y lo suficientemente exuberantes como para despertar el deseo del público que asistiría, sobre todo el masculino. Aunque una de aquellas cuatro mujeres destacaba sobre las demás, la que habían presentado como la Hispana.

     La gladiatrix era menuda, no destacaba precisamente por su altura, pero tenía un cuerpo tan moldeado que parecía cincelado por los mismos dioses.

—¡Explendida! Aunque las demás también eran impresionantes —pensó Gaius para sí.

     Más de un patricio acaudalado, o incluso algún senador, pagaría una fortuna por pasar una noche con alguna de aquellas mujeres; siempre y cuando no murieran demasiado pronto, claro estaba. En ese momento una de las dos mujeres pronunció algo que debió de disgustar a la otra porque la Hispana se mostró demasiado enfurecida.


     El primer golpe sobre el escudo de Aquilis fue brutal. La gladiatrix atenta a la reacción de Claudia se había concienciado bien para resistir la fuerza del golpe. El escudo de Claudia empujó el de su oponente y ambas gladius chocaronm pero en cuanto Claudia pisó el suelo, Aquilis se volvió para situarse en posición de ataque.

     Claudia sintió un odio visceral hacia Aquilis cuando la sintió burlarse de la pérdida de su hijo. Siempre había sido demasiado doloroso el recuerdo de su pequeño hijo no nacido, y el que esa estúpida se hubiese atrevido a echarle la culpa de su pérdida, había colmado su paciencia. Hasta ahora había tenido demasiada, pero se le había acabado en ese mismo momento. Estaba segura de algo, Aquilis había traspasado una barrera infranqueable. No permitiría nunca a nadie que mancillara o se burlara de lo más sagrado que le quedaba de él. Empuñando su arma le advirtió:

—O te disculpas, o te juro por los mismos dioses que hoy te vas a tragar la arena —dijo Claudia con la voz demasiado baja y tensa, suficiente para que nadie les escuchara.

—Ja, ja, ja..., ni muerta te crees tu eso... —contestó Aquilis sabiendo que la había herido.

—¡Tú lo has querido!

     Claudia dio un primer paso adelante tomando la iniciativa en el combate. El siguiente golpe fue parado con maestría por Aquilis pero la fuerza del choque provocó que ambas mujeres se desestabilizaran en la arena. Momento que aprovechó Aquilis para responder al ataque arremetiendo contra la otra gladiatrix con enorme velocidad.

     El comentario le había dolido tanto a la hispana que loca de rabia había perdido completamente lo más importante, la concentración y la disciplina. Ese era el punto débil de su enemiga, el que lograría acabar con ella. Tenía que conseguir a toda costa que la rabia y la ira gobernase sus acciones. Había que mantener la mente muy fría y despejada en la lucha, si uno no quería perder la vida, pero Claudia había dejado al descubierto su gran debilidad. Ese día sería afortunada si era capaz de mantener la templanza y sacar lo peor de Claudia. La gladius de Aquilis golpeó numerosas veces en el de su adversaria, pero ambas mantenían sus posiciones sin retroceder.

—No te voy a perdonar que hayas puesto esas palabras en tu sucia boca, no tenías ningún derecho —declaró Claudia.

—No eres más que una furcia que solo supo abrirse de piernas. A saber quién sería el padre de la criatura. Eres tan estúpida que hasta ni eso sabrías... —continuó provocándola Aquilis intentando que la joven perdiese más los nervios.

TARRACO (Completa) @ 2 Saga Ciudades RomanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora