retoño y florcita

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Su entorno estuvo siempre rodeado de esos bonitos colores. Incluso durante invierno, ya que su familia se empeñaba en decorar cada rincón del patio y la casa con plantas de papel porque las verdaderas estaban durmiendo, como mama decía, con sus hojitas caídas y color opaco.

Aunque esto tuvo que haber significado una grandiosa afición por los cuidados del jardín, en realidad él era más de los que preferían andar en movimiento, haciendo deporte o saliendo a jugar, reuniéndose con cualquiera de sus amigos para hacer travesuras.

Era tan común escuchar por el vecindario los regaños hacia el chiquillo porque ¡otra vez rompió la maceta!, ¡le pintó la cola al gato!, por distraído chocó contra mí y tiré el pastel de cumpleaños, tan descarado es que se la pasa imitando los gestos de los demás, tiene una completa sonrisa de pillo; ¿qué le vamos a hacer?

Los más viejos y las señoras de mediana edad se reunían bajo lo fresco o caluroso de la mañana, según la estación en turno, y se ponían a hablar cuestiones algo banales de lo que estuviera aconteciendo. No cabe duda que ese chiquillo solía ser el centro de sus charlas que se volvían calurosas apenas lo sacaran a colación. Es sólo que el muchacho era una locura estando de un lado a otro como saltamontes que no se puede parar, con las agujetas sin atar, la camisa del colegio mal ceñida manchada de helado y su pelo largo que se negaba a cortar, tan largo que le cubría los ojitos.

Nadie podía corroborar qué tan bonitos se verían siquiera.

Sin embargo hubo un día, acaso alguna tarde de mayo, en el que su habitual sonrisa pícara no se presentó. En cambio sólo había una fina línea de labios serios y apretados, el vecindario entero no dio crédito viéndolo regresar después de la escuela en solitario, mudo como el cielo despejado.

Después de ese día, aunque seguía siendo sorprendente, todos se fueron acostumbrando a verlo llegar a casa en calma y silencio, salir sólo para regar las plantas de la acera y ya no para alguna jugarreta. Sus amigos se extrañaban. Los vecinos observaban y se acercaban a la madre del niño; ella sonriendo tranquilamente negó saber algo del cambio de conducta, pero fue el contorno suave de su sonrisa lo que la volvió cómplice de algo de lo que ni siquiera estaba segura.

En efecto, sabía que su hijo había cambiado de un modo en que no se imaginó jamás pero no hallaba la razón. El pequeño comenzó a aceptar la tranquilidad envolvente de su hogar y a practicar sus modales, durante la hora de la comida se postulaba para poner la mesa, ayudaba con los arreglos florales que sus padres obsequiaban con frecuencia a la gente del vecindario y agradecía por cada detalle regalando un intento de sonrisa, cosa que hacía reír de ternura a toda la familia.

Se había convertido en un niño bien portado con un carisma tan dulce que impulsaba a todos a besarle los cachetes. Continuaba haciendo bromas de vez en cuando pero no muy pesadas como antes, en su lugar se cultivaba leyendo libros en casa, encontrando prontamente una muy sana adicción en las letras.

Blossoms day ✽。 chanbaekWhere stories live. Discover now