Park Chanyeol sabe que corregir textos no es precisamente la ocupación más sencilla del mundo, no obstante, no va a negarse a hacerlo cuando recibe un correo electrónico equivocado donde un chico de palabras tan dulces como su persona le solicita ay...
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—¡Ah, ese desgraciado!
Chanyeol suspira ruidosamente por cuarta vez en una hora. A su lado, una risita se eleva antes de sentir su hombro ser empujado con liviandad.
—No seas enojón, vas a envejecer muy rápido.
—¡Pero!
Chanyeol vuelve a hacer una mueca que a los ojos de Baekhyun se mira adorable, así que no puede evitar pellizcarle el puente de la nariz con ternura, antes de borrar su sonrisa y apartarse sintiendo el rostro colorado.
Viéndolo de ese modo, Chanyeol casi atina a reír porque, santo cielo, Baekhyun es aún más lindo por hacer esos gestos ocasionales que no puede controlar, y luego entretenerse con sus manos entrelazadas como si no nada hubiera sucedido.
—Está bien, no lo haré —dice. Baekhyun voltea a verlo con ojos inocentes mientras él se recuesta en el pasto, trasladando el libro extendido donde había estado estudiando sobre su rostro—. Pero seguiré quejándome con que ese Chen es un entrometido.
—Si tanto te molesta, ¿por qué no se lo dices? —Baekhyun se coloca los lentes y distraídamente pasea la vista por las páginas de su libro.
—¿Cómo voy a saber quién es? Seguramente usa un seudónimo, o acaso... ¿Conoces a algún estudiante chino?
—Chen no es chino y ése es un seudónimo de todas maneras.
—... Espera, ¿qué? —se incorpora para encararlo sin notar lo cerca que lo tiene hasta que sus frentes casi chocan.
—Así es. Creí que lo conocías —Chanyeol hace una mueca que deforma su rostro entero y Baekhyun no puede resistirse a picarle una mejilla con la goma del lápiz—. Te vi charlando con él. ¿De verdad no recuerdas?
—¿Cómo podría yo...? ¿Eso significa que él...?
—Jongdae —corta suavemente, sorprendiéndose cuando Chanyeol se queda de piedra, sin parpadear siquiera—. ¿No sabías que él era el nuevo columnista bajo el seudónimo de Chen?
El alto reacciona y sale del shock, murmurando palabras inteligibles que suenan como maldiciones en otro dialecto entre pataleos.
—¡Ahora reafirmo mis ganas de matarlo, ese condenado! ¿Cómo se atrevió a hablar mal de mí?
—Creí que eran amigos cercanos y por eso había la confianza para hacer algo así...
—Somos amigos cuando le conviene. Ni siquiera me dijo que te conocía, Baek. ¿Eso es ser un buen amigo?
—Él no sabía de nuestra interacción —sonríe con pena. También suele preguntarse por qué Jongdae, el hombre que todo lo ve y todo lo sabe, se pudo pasar por alto la mayor de las incógnitas: que su mejor amigo y su amigo cuando le conviene se volvían cercanos a sus ojos prácticamente.
