Capítulo 8: La vida te da sorpresas

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Mucho gusto – dijo en tono neutral y me extendió la mano.

Pero, yo no quería estrechársela, ya conocía los efectos en mí cuando me tocaba, aunque esta situación era completamente diferente, pero no quería arriesgarme, ni siquiera podía hablar por el enorme estado de shock en el que me encontraba, sentía mis rodillas temblar y un trasudor recorrer mi cuerpo, si no fuera porque tenía a Jack sujetado de la cintura ya me hubiera desvanecido. No entendía como él podía estar como si nada, como si en verdad fuera la primera vez que me veía en su vida, deseé tener la misma fortaleza o desfachatez, no sabía cómo calificar su actitud. Tomé un fuerte respiro y apreté con la mano a Jack, casi enterrándole las uñas.

– Igualmente – respondí estrechándole la mano, pero la retiré con rapidez.

Sin que me lo tomes a mal Jack, tienes una novia muy linda – ¿cómo decía eso?

Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo más que se pueda – dijo de lo más amoroso mientras deslizaba un dedo en mi nariz.

Sí, se ve que están muy enamorados – exclamó en un tono frío.

¿Te sientes bien Ana? – preguntó Jack mirándome preocupado.

– Un poco mareada, creo que la cerveza ya se me subió, necesito refrescarme, iré al baño.

Salí prácticamente corriendo al baño y una vez adentro me recargué en la puerta y me llevé las manos a la cara, ¿por qué me pasaba esto a mí?, ahora sí que el destino me había jugado una broma demasiado macabra, de todas las posibilidades que había de encontrármelo, jamás me imaginé que fuera con mi novio y mucho menos que se conocieran, pero, ¿de dónde?, yo conocía a todos los amigos y compañeros de Jack , tendría que tratarse de algún cliente.

Y lo peor, era no tener la menor idea de lo que pasaba por su mente, aparte de empresario, ¿sería actor?, ¿cómo podía tener el rostro sin ninguna expresión?, ¿acaso sabría que me encontraría aquí?, no, por supuesto que no, aunque conociera a Jack y supiera que tenía novia, no había forma de que supiera que yo era precisamente esa novia, además, no me habría llamado si hubiera sabido que estaría aquí.

Me acerqué al lavabo y dejé correr el agua, mojé mis manos y las puse en mi nuca y luego me mojé la cara, tomé varias toallitas de papel para secarme, estaba pálida como una hoja de papel, ¿cómo fui tan tonta para creer que ese jueguito iba a continuar por tiempo indefinido? Es tan típico que, cuando siempre te portas bien, el día que haces algo indebido te sale mal. Tocaron a la puerta y eso me hizo salir de mis pensamientos, tiré las toallitas al bote.

– Ana, ¿estás bien? – preguntó Jack del otro lado.

Sí, todo bien.

– ¿Quieres que nos vayamos?

– No, te digo que fue la cerveza, pero ya se me pasó – respondí abriendo la puerta.

Estás muy pálida, ¿seguro que te sientes bien?

– Sí, creo que se me bajó la presión, pero no te arruinaré – dije poniendo mi mano en su mejilla – esta noche – agregué ocultando el verdadero trasfondo de ese comentario.

Él sonrió, me dio un ligero beso en los labios, me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestros lugares. Christian estaba parado frente a la mesa preparando unas bebidas, una chica estaba a su lado hablándole muy entusiasmada, era un poco bajita, de tez levemente morena, ojos cafés, cabello rojizo que le llegaba casi hasta la cintura y con una gran sonrisa, traía unos vaqueros y un jersey de los Gigantes, al parecer era fan del equipo. Vi que le acaricio el cabello a él y los celos me inundaron, pero, ¿cómo podía estar celosa?, era seguro que él tuviera a alguien en su vida. Nos acercamos y la chica saludo a Jack.

Ardiente TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora