Capítulo 20: Juegos de amor

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– Buenas tardes – dije seria y molesta, ambos voltearon a verme.

Corazón, al fin llegas – exclamó Christian tomándome de la mano y me dio un beso en los labios ante la mirada atónita de la tipa que tuvo que moverse hacia atrás – mira, te presento a Aurora, una vieja amiga, Aurora, ella es Anastasia, mi novia.

– Mucho gusto – dijo con una sonrisa fingida mientras me recorría con una mirada fulminante y yo estaba quizá más sorprendida que ella por la presentación.

Igualmente – respondí en toco seco.

Un placer verte Christian – enfatizó mirándolo y sonriéndole coquetamente – cuando quieras llámame, sabes dónde encontrarme – agregó dándole un beso en la mejilla.

Yo me quedé trabada, era el colmo de la desfachatez, poco le importo que Christian le dijera que yo era su novia y le coqueteó en mis narices, sentí como me hervía la sangre y di un paso al frente, pero Christian me detuvo parándose frente a mí.

Anastasia, no querrás hacer un escándalo en un lugar público.

– Que tipa tan descarada y tú como si nada dejándote que te besara – exclamé furiosa, si no podía desquitar mi coraje con ella, lo haría con él.

Un beso en la mejilla no es besar, Anastasia– explicó sonriendo.

Pero, los vi cuando llegué y su intención no era precisamente dártelo en la mejilla.

– Me encanta cuando te pones celosa – dijo abrazándome y poniendo su frente en la mía – ¿en verdad pensaste que yo iba a permitir que eso sucediera?

– Pues, le sonreías muy animadamente – respondí con menos coraje porque su aliento estaba colándose por mi nariz.

No es mi estilo portarme grosero y menos con las mujeres, sin embargo, iba a rechazarla sutilmente, claro que lo mejor fue que tú llegaste – aclaró acariciándome la mejilla con el dorso de su mano.

Pero, te coqueteo descaradamente – repliqué en un tono más tranquilo.

Y podría haberse desnudado y mi respuesta iba a ser la misma – tomó mi mentón con su mano y me miró directo a los ojos – Anastasia, hace mucho que dejé de estar con otras mujeres, grábate esto muy bien aquí – puso un dedo en mi sien – y aquí – lo puso en mi pecho a la altura del corazón – la única que me importa eres tú, a la única que quiero es a ti – me dio un beso en los labios – con la única que me interesa compartir mi cama es contigo – susurró en mi oído y me abrazo fuertemente.

Volvió a desarmarme por completo, no pude expresar palabra alguna, estaba por demás emocionada y a la vez avergonzada por haber pensado durante un segundo que me engañaba y sólo buscaba burlarse de mí, no cabía duda que los celos nublaban la razón y jamás los había sentido con tanta fuerza, ni siquiera con Leila.

Aunque, para serte sincero, me da gusto que esto haya pasado – exclamó y me di la vuelta para mirarlo – porque tus celos me demuestran cuanto me quieres.

– ¿Y todavía te atreves a dudarlo?

– No, pero me encanta confirmarlo – enfatizó y me dio otro beso.

– ¿De verdad no ibas a dejar que te besara?

– Por supuesto que no, te lo juro, Ana, entiendo tu desconfianza, pero si de algo debes estar segura es que jamás te engañaría, no tengo ninguna necesidad de hacerlo, ya vamos a comer, anda.

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