Sunrise | JB

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Dormía tan plácidamente sobre mi hombro y verla tan tranquila, tan única, tan viva; parecía hacerme olvidar todo lo que hasta hoy me hacía sentir incompleto.

El paisaje tras la ventana del autobús en el que nos encontrábamos, hacía el perfecto contraste entre la gloria y lo terrenal.

Suiza.

Con un amplio lago azul, respaldando la calma que los párpados cansados de esta mujer me transmitían; y las verdes montañas, en su plenitud respaldan la pureza que se desprende en las ilusiones de sus ojos.

Teníamos cuatro meses en esta aventura, y no tengo duda de haber tomado la decisión correcta cuando tomé su mano y emprendí la decisión de empezar desde cero...con ella.

En otro continente.

En, para este punto: ocho diferentes realidades.

Ella era mi rayo de luz.

La Hyerin de hace todavía cuatro meses, trabajaba en una empresa farmacéutica hace diez años ya. Cualquiera que viera desde afuera su realidad pensaría que era una mujer feliz.

Tenía un apartamento propio, un auto lujoso, la ropa más a la moda y un poco antes de nuestro milagroso encuentro, un esposo que le prometía la feliz familia que sus padres esperaban visitar todos los domingos.

Tenía estabilidad.

Yo en cambio, no tenía nada. Antes de su llegada, compartía piso con otros cinco amigos, y entre todos habíamos acostumbrado el paladar a las delicias de la comida de la calle o de la tienda de conveniencia.

Me iba de agencia en agencia esperando que alguna de esas lujosas compañías de entretenimiento compraran mis canciones y aunque tuve éxito en más de una ocasión, me topé con que le daban la autoría a algún productor o escritor más reconocido.

Dentro del hambre voraz por cumplir mi sueño y la verdadera necesidad por comer, acepté condiciones horrorosas para trabajar.

Sí, veníamos de dos mundos muy diferentes.

Opuestas necesidades en los extremos de una misma ciudad.

Pero nada me detuvo cuando la vi bailar sola entre la multitud de aquel bar en el que trabajaba para estirar los billetes.

Ese día el mayor sueño de mi vida se cumplió cuando la tuve frente a mí.

Era un ángel, borracho, pero ante todo un ángel.

La tomé entre mis brazos y la llevé a vomitar a un callejón.

"Youngjae me engaña." Balbuceó.

"¿Qué?"

"Que mi esposo me engaña porque no le provoco nada." Gritó soltando un llanto desconsolado.

Cinco semanas después se enteró que estaba equivocada, su esposo no la engañaba, solo estaba frecuentando a una ex compañera de la secundaria porque al ser abogado, iba a llevar el caso de un abuso de poder en su trabajo.

Sin embargo, para este punto, yo ya me encontraba completamente enamorado.

Y Hyerin, descubrió, ser ella quien no se encontraba a gusto en la relación.

Ya no se tocaban.
Ya no se mimaban.
Ya ni siquiera conversaban.

Y en cambio yo, le estaba ofreciendo todo eso que no saciaba su "vida perfecta".

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