El tiempo | Youngjae

51 9 1
                                    

Eran solo dos semanas.

Todos habíamos aceptado estos términos, no había mucho más por discutir. Pero había algo pasando entre estos dos cuerpos desordenando las sábanas, algo que iba más allá de la lujuria y los esquemas.

Había algo que olía a pastel de manzana de la pastelería de doña Nela y chocolate caliente de la abuela.

Había algo que se sentía como un viento fresco en el monte más alto del pueblo.

Había algo que pasaba por el cuerpo como un trago fresco de agua del riachuelo en el bosquecito de los señores Morgan.

Había algo en su piel, en las hebras de su cabello...que no podía durar solo dos semanas.

A pesar de todos los acuerdos, de todas las advertencias. Había que hacerlo durar, había que hacerlo quedarse.

Pero había una verdad a voces, y es que el exitoso hijo de los Choi, había vuelto para quedarse siempre en mis pensamientos. Para confirmarme que por mucho que lo enterrara en lo profundo de mis recuerdos, nunca se había ido. No importaba que guardara las camisas en el equipaje, no importaba que en sus manos se empuñara el tiquete del tren de las tres. Él se llevaría el brillo de mis ojos, se lavaría en las lágrimas que caen al ritmo de la sinfonía número 4 de Brahms.

Por mucho que las otras maestras de la escuela se empeñaran en advertirme que volvería a sufrir por él.

Por muchos que el reverendo Choi me revelara el paradero de su corazón.

Por mucho que Mark Tuan pretendiera mi mano en matrimonio.

Todos mis sentidos estaban direccionados a grabar cada línea de su cuerpo en mi memoria. Y él, solo permitía que mis manos recorran cada centímetro de este fugaz recuerdo. Y él hacía un remolino de sentimientos, entre el tormentoso vaivén de sus caderas y la ternura de sus labios sobre los míos.

Parece que todo este curativo rito, revive mis más dolorosas pesadillas y no sé si, dejar que esta ola revuelque toda la cordura que me queda o limpie mis sangrantes heridas.

Heridas que gritaban en las calles de este pueblo lo mucho que me hacía falta.

—Ya deberías irte.—Dice una vez se marcan las dos de la tarde.

Pero mi cuerpo pesa en esta vieja cama.

—Llévame contigo.

Él sonríe y acaricia mi rostro.

—Me esperan en casa, ya sabes que no puedo llevarte conmigo.
—Puedo irme contigo, tengo un par de ahorros, estaré bien.
—Es una ciudad muy grande, para un rostro tan pequeño como el tuyo.

Y así fue como entendí lo poco que me había atrevido a soñar, lo poco que yo soñaba dentro de la grandeza de su piel.

Una vez el reloj marcó las tres, salté en el lago y me camuflé en el frío, en la liminalidad de la tristeza y el alivio.

Y ahora sé que el amor, es tan dócil y torrentoso como el agua del río.

Y ahora sé que este rostro pequeño, mira entre los recuerdos, el potencial de su torrentoso sueño de dejarse ser.

Playlist ; One Shots ; GOT7Where stories live. Discover now