Decimosexta carta

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La policía llevaba ya unos días investigando. Se llevaron la caja con todas las cartas y le hicieron algunas preguntas, pero después de las tres primeras tuvo que disculparse porque no pudo responder más. A partir de ahí le pidió a su madre que lo dejara fuera de la investigación. Se sentía más a gusto fuera de todo.

Jane seguía cuidándolo. Su madre tenía que cumplir unos días más de trabajo antes de poder quedarse con él, así que Jane le hacía compañía todo el día. Hacían diversas cosas durante el día, la chica intentando ver una sonrisa en el rostro de Byers.

Podría sentirse como un deja vu en ese mismo instante. Despertando. Mirando hacia la ventana, sintiendo como si aquella carta ahí se burlara de él. De todas formas él sabía que en algún momento eso tendría que pasar. Las cosas no habían acabado para él, y seguro para el remitente mucho menos.

"
Querido, Will.

Si de verdad quieres dejar de ser un cobarde y terminar este juego. Preséntate en Mirkwood, antes del anochecer. Acabemos con esto de una jodida vez.

"

Dejó la carta en su escritorio y salió a desayunar. Con la carta resonando por toda su cabeza. Cuando Jane lo sorprendió en la cocina, casi grita de la impresión.

—Mike llamó temprano. Cuando se dio cuenta de que no eras tú el que contestaba me dijo que vendría a visitarte en la tarde. Sonaba preocupado por lo de los...últimos días.

Will se tensó al instante.

—N-No. Dile que no venga, por favor —suplicó.

Jane hizo una mueca.

—Creo que te haría bien hablar con él, Will. Tienen cosas que aclarar.

Will no dijo nada. Para cuando el chico llegue él ya se habría fugado hacia Mirkwood.

...

Cuando ya sus padres se habían ido después del almuerzo, las horas pasaron y entonces, Will se observó en el espejo del baño y suspiró. Los moretones que se pintaban en sus ojos le hacían sentir incómodo. Más cuando sabia que lo había causado, y aún más si contaba que tendría que vivir con ellos por un tiempo. Salió de aquel cuarto y le expresó a Jane un falso cansancio, excusándose para tomar una siesta.

Estando en su cuarto, tomó una chaqueta y se puso el buzo sobre su cabeza. Salió por la ventana, sabiendo que tal vez las cosas abrían cambiado demasiado para cuando regrese. Tomó su bicicleta y se dirigió a Mirkwood.

Respiraba profundo. Sentía que todo dentro de él estaba empezando a descontrolarse de manera alarmante, pero se mantuvo firme, nunca paro de pedalear. Tenía que hacer esto. No por nadie, sino por él mismo.

Cuando llegó, Mirkwood se encontraba desolado. La cabaña se veía totalmente oscura desde su posición. Se mantuvo dentro de la carretera unos momentos. Tenía entre sus manos la decisión de volver a casa o quedarse y hacer esto de una vez. No supo cuando sus pies se habían movido, dejando la bicicleta a un lado y caminando hacia la cabaña con pasos falsamente decididos.

Se adentró en la cabaña. Empujó la puerta con fuerza, haciendo que golpeara la vieja pared. Cuando estuvo dentro la oscuridad lo recibió con más fuerza que la última vez que estuvo ahí. Aun con el sol apenas poniéndose.

Nada pudo llegar a su cabeza antes de que sintiera un golpe fuerte en su cabeza. Tirándolo al suelo de golpe. Seguía consciente, para su sorpresa. Justo cuando estuvo a punto de reaccionar, otro golpe lo aturdió con más fuerza. Después de eso, todo se volvió negro.

Dear, Will ; BylerWhere stories live. Discover now