Sin aviso

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— ¡Yo voy adelante!

— ¡No, tú ve atrás!

— ¡Quiero la ventana!

— ¡Ese asiento huele peor que Lana!

— ¡Hey, nada huele peor que yo!

—Me gusta este asiento. La cercanía con el de adelante me hace sentir como en un ataúd.

—Buen intento, Luna, pero yo quiero sentarme atrás hoy.

You can't always get what you want, hermana.

—Luan, siempre estás en el fondo. Hoy te toca otro lugar.

—Pero allí no me siento bien. Jaja, ¿entiendes?

—Lynn, necesito que sostengas esta mezcla de cloruro de magnesio e hidrógeno ionizado.

— ¡Ni hablar!

Afortunadamente, los vecinos ya se habían acostumbrado al gran alboroto que se producía cada vez que la familia Loud viajaba a algún sitio en auto. Aquella mañana de domingo, antes de que partieran hacia el parque para pasar un día al aire libre, la situación se repitió una vez más. Era un día soleado, con un cielo radiante y azul casi sin nubes. La cálida brisa primaveral traía consigo el aroma de las flores y el césped, invitándolos a divertirse.

Nada en aquel cálido y alegre día parecía presagiar la terrible tormenta que caería sobre los Loud.

Lincoln estaba sentado en la entrada de su casa, viendo cómo sus hermanas prácticamente luchaban a muerte para entrar en la camioneta, tratando de evitar los peores lugares. Recordó con una sonrisa cuando tan sólo unas semanas atrás su plan de ocupar el mejor asiento había fallado completamente, acabando en una situación parecida. Lo cierto es que sus hermanas aún no lo habían perdonado del todo por haber querido engañarlas para su conveniencia. Así que había decidido quedarse al margen hasta que se calmaran, y él se quedaría con el asiento que sobrara. Así se ahorraba cualquier problema que pudieran tener.

Además, no se sentía del todo bien. Desde hacía un día y medio estaba muy cansado, agitándose por muy poco y sintiendo que le dolía la cabeza. Lo atribuía a que no estaba durmiendo mucho últimamente, sin darle mucha importancia. Pero de todas formas, cualquier pelea con sus hermanas que pudiera evitar, bienvenida sea.

— ¡Lincoln! —Lo llamó entonces Lola, generando una pausa en la hecatombe femenina—. ¿Por qué estás ahí sentado sin hacer nada?

— ¡¿Acaso descubrió un nuevo mejor lugar?! —Gritó Lana.

— ¡No, no, nada de eso! —Se apresuró a decir Lincoln, viendo que todas sus hermanas se acercaban rápidamente con intenciones hostiles.

— ¿Estás bien, hermano? —Le preguntó Luna, notando que no se veía tan enérgico como otras veces.

—Sí, estoy bien. Es sólo... Bueno...

—Lincoln, ¿qué pasa? —Dijo Lori, impaciente.

Lincoln suspiró.

—Creí que seguían enfadadas conmigo por haber querido engañarlas por el mejor asiento. Así que esta vez decidí esperar a que todas eligieran su lugar primero, y después sentarme en el que sobrara.

Las hermanas Loud se miraron entre ellas. Lincoln solía tener algún exabrupto egoísta, como cuando se compró una pileta inflable sólo para él, pero al final del día siempre parecía ser quien más se preocupaba por el resto de la familia. De alguna forma, escucharlo decir que no quería pelearse con ellas les ayudó a ver la situación con otra perspectiva, y se dieron cuenta de lo absurdo que sonaba tanto alboroto por un asiento.

Réquiem por un LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora