Adrien

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El segundo día en el hospital de Lincoln fue muchísimo más difícil que el primero.

Que poco después de un fallido desayuno y una extraña charla con un muy particular doctor sus cinco hermanas mayores se enteraran de su situación fue realmente... dramático. Nunca las había visto tan desoladas. Cuando entraron a su habitación parecía que estaban viendo un fantasma. Temblaban. No querían siquiera acercarse. Cuando él lo hizo y finalmente salieron de su trance, todas se lanzaron a abrazarlo. Aquel abrazo grupal con llantos desconsolados fue el momento más triste que había vivido hasta entonces. Diez minutos por reloj permanecieron allí, abrazados, llorando. No era un simple llanto de lágrimas. Eran más bien gritos desgarradores. Él, entre lágrimas también, trató de calmarlas, pero no había forma. Incluso cuando se separaron, era difícil para Lincoln ver el estado de sus hermanas y no llorar un poco más.

Leni era la única que parecía ligeramente controlada. Lloraba, más que nunca en su vida, pero parecía estar tratando de mantener el volumen lo más bajo posible. Luan no estaba ni remotamente interesada en controlar su volumen. Había quedado de rodillas en el suelo, con sus manos cubriendo sus ojos, aunque no servía de mucho para contener las lágrimas. Y su llanto salía de lo más profundo de su ser. Gritos de dolor, mientras sentía que una fría cuchilla se hundía cada vez más profundo en su pecho. Justo cuando parecía que ya toda la hoja había penetrado, la herida se abría un poco más. Estaba hiperventilando. Sentía que le estaban arrebatando el oxígeno de los pulmones. Parecía el llanto histérico de una niña pequeña, frágil, asustada.

A su lado, Lincoln tenía a Luna, sentada en una silla. La rockera sostenía una de sus manos, la cual acariciaba y apretaba al mismo tiempo. Tenía una caja de pañuelos a su lado, pero en cualquier momento necesitarían pedir otra más. Era la más silenciosa de las hermanas, pero sólo porque al igual que Luan estaba sin aliento, y toda su energía estaba destinada a mantenerla consciente y respirando.

El no haber dormido en toda la noche y el tremendo agotamiento emocional que habían significado tanto la charla con el doctor House como aquel doloroso encuentro con sus hermanas tenían a Lincoln sumamente cansado. Con cuidado se acostó en su cama, lo cual no fue nada fácil considerando que Lynn estaba prácticamente colgada de su cuello. La más pequeña de las mayores lo abrazaba con la fuerza de una toma de judo, llorando directamente en su hombro. Él la rodeaba con su brazo derecho (su mano izquierda era propiedad de Luna), y trataba de calmarla, pero la chica sólo podía decirle "Lo siento, perdóname" una y otra vez.

Sentada también en la cama, abrazando a Leni, estaba Lori. La chica tampoco podía parar de llorar, pero se las arreglaba para hablarle a Lincoln entre sollozos.

—Linky... Lo que quiera que necesites... Lo que sea... Sólo... Tu dímelo, ¿ok?

—Lori...

—Te compraré todos los cómics que quieras —lo interrumpía—. Te llevaré a donde quieras ir. Tú sólo... Sólo pídemelo.

—Chicas, por favor, sólo... Escúchenme un momento —pidió, tratando de serenarse lo suficiente como para hablar fluido.

Sus hermanas seguían llorando, y se negaban a escucharlo. Apenas abría la boca para hablar, Lynn lo abrazaba más fuerte, o Luan volvía a llorar. La situación estaba comenzando a descontrolarse. Lincoln no soportaba ver a sus hermanas tan mal. Era lo que más temía desde que lo habían diagnosticado. No es que pudiera culparlas. Tan sólo imaginarse cómo reaccionaría él si alguna de sus hermanas estuviera en su lugar le daba escalofríos, y lo hacía llorar un poco más. Pero no podía verlas así. Él era el "hombre con el plan", un especialista en sus hermanas, debía encontrar una forma de calmarlas. Dudaba que fuera fácil, pero necesitaba tranquilizarlas de cualquier forma.

Réquiem por un LoudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora