El remedio del alma

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—Ya llegamos.

La voz de Lori y la camioneta deteniéndose de repente la despertaron. Se sentó derecha y miró a través de la ventana. Era el estacionamiento de la secundaria. Notó que se había quedado dormida, y trató de recordar si había soñado algo. Le parecía que sí, pero todo lo que recordaba era la risa de un ángel. Restándole importancia —ella solía soñar con risas—, salió de la camioneta junto con Lynn, Luna, Leni y Lori, y las cinco caminaron hacia la entrada de la escuela.

— ¡Nena!

Bobby se acercó corriendo por el estacionamiento, siendo recibido con un gran abrazo por parte de Lori.

— ¿Cómo estás? —Le preguntó, preocupado, en cuanto se separaron.

—Yo... Ya sabes... Terrible —admitió finalmente la chica, volviendo a abrazar a su novio, enterrando su rostro en su pecho.

—Nena...

La joven pareja se quedó de pie en aquel lugar, él consolándola a ella, y el resto de las chicas decidieron continuar caminando. Llegarían tarde a sus clases si no se apuraban, y ninguna quería realmente permanecer allí, viendo a su hermana quebrarse justo antes de ingresar a la escuela. No querían que les pasara lo mismo. Las cuatro continuaron caminando, hasta que un grupo de chicas vestidas con camisetas de distintos equipos de fútbol comenzaron a llamar a Lynn. Ella suspiró, se despidió de sus hermanas con un "Nos vemos" y se alejó rumbo a su grupo de amigas, caminando sin demasiado interés. Pocos minutos después, un grupo de chicas vestidas con faldas, botas largas y remeras de sus bandas favoritas se acercaron a Luna y prácticamente la arrastraron hacia el salón de música, hablando de un nuevo amplificador que era "totalmente radical".

Leni y Luan continuaron caminando. Sus salones quedaban en el otro lado de la escuela, y el timbre tocaría en cualquier momento.

—Luan, no estás haciendo bromas últimamente —comentó Leni casualmente mientras pasaban por delante de la cafetería.

Luan no respondió. Tonta, distraída Leni. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué no podía ignorarla como el resto de sus hermanas? ¿Por qué era así de directa, diciéndole eso en la cara? A veces, Luan le perdía la paciencia. En aquel momento, sin embargo, logró mantener la calma, y permaneció en silencio.

—Sabes, quiero decirte algo —dijo Leni, bajando un poco su tono de voz, como si estuviera avergonzada—. Sé que yo tampoco me río de tus chistes. Nadie se ríe porque como que los consideran muy malos y molestos.

Luan, que tenía sus manos en las asas de su mochila, cerró sus puños con fuerza. ¿Es que estaba tratando de hacerla llorar?

—Pero yo no. Yo no me río porque... Bueno, no los entiendo. Sé que tú siempre preguntas si lo entendimos, pero me da vergüenza ser la única que no lo hace —dijo Leni, sonando decepcionada consigo mismo—. Siempre trato de recordarlos, y cuando estamos solas, le pido a Lori que me los explique. Y eres totalmente graciosa. Quizás al resto de los chicos no les gusta tanto, pero a mí me parece muy lindo que siempre trates de sacarnos una sonrisa, sobre todo cuando más las necesitamos.

Luan aceleró el paso. Quería llegar a su salón y encerrarse allí cuanto antes. Sus ojos comenzaban a picar, pero no quería tocarse por miedo a que su maquillaje se arruinara.

No fue necesario realizar alguna maniobra para perder a Leni. En cuanto llegaron a la parte más poblada de la secundaria, chicos de todas las edades comenzaron a amontonarse a su alrededor, tratando de ver a Leni, ofreciéndole a cargar sus libros, su mochila, o incluso cargarla a ella hasta su salón. Aprovechando la multitud que las rodeaba, Luan aceleró el paso, queriendo alejarse de Leni.

Réquiem por un LoudWhere stories live. Discover now