Máscaras

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La maestra hablaba, pero como solía suceder, Lucy no le prestaba atención.

Sus maestros la dejaban ser. Principalmente porque temían que la chica les hiciera algún ritual ocultista si la hacían enfadar, pero también porque Lucy Loud era un caso aparte en la clase de tercer grado. Era de los pocos miembros de la nueva generación que parecía más interesada en leer libros que en utilizar la computadora o el teléfono celular. Esto, a tan temprana edad, marcaba una gran diferencia. Era evidente que los contenidos de tercer grado no presentaban un desafío para ella. Leía mejor que muchos chicos de su edad –y que algunos más grandes también–, tenía una gran creatividad, y su comprensión de lectura era impecable. Quizás no era la más brillante en matemáticas, pero sus trabajos en literatura, la asignatura que en aquel momento estaban enseñando, eran de otro nivel.

Quizás por eso resultaba un poco extraño que durante toda la clase la chica no dejara de mirar por la ventana ni un segundo para escuchar los poemas que la profesora había traído. Que ignorara las lecturas de Marianne Moore era una cosa. Pero, ¿que esa chica pasara por alto los escalofriantes poemas de guerra de Wilfred Owen? Eso era nuevo.

—Muy bien. Ya hemos leído algunos poemas muy buenos y famosos. ¿Alguno de ustedes conoce un poema que quiera compartir? —Preguntó la maestra.

La mayoría de los alumnos se quedó callado. Algunos no conocían ninguno, a otros les daba vergüenza recitar un poema frente a sus compañeros. Una chica levantó rápidamente su mano, ansiosa por compartir lo que sabía.

—Hannah, ¿conoces algún poema?

—Sí. "A mí me gusta el verano, a mí me gusta que haga sol, a mí me gustan los helados, de chocolate, fresa y limón."

—Es un lindo poema. Y creo que todos nos podemos identificar con ese sentimiento de querer un helado en verano, ¿no? ¿Alguien más?

Tentativamente, un chico también levantó su mano.

— ¿Robbie? ¿Conoces algún poema?

—Yo... Sí... Pero...

—Vamos, Robbie, que no te de vergüenza. Dilo.

El chico rápidamente se sonrojó, y recitó el poema sin levantar la vista de su asiento.

—"¿Qué es poesía? Dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... Eres tú."

Las niñas dejaron escapar un suspiro y un gran "aaaaw", mientras que los chicos comenzaron a reírse o a fingir que vomitaban.

—Oh, ese es un hermoso poema, Robbie. De Bécquer, si no me equivoco. Excelente. ¿Alguien más? ¿Nadie?

Lucy seguía mirando a través de la ventana, ignorando por completo la clase. Escuchaba lo que estaban hablando, pero no estaba interesada en participar, ni se preocupaba por siquiera disimularlo. Los profesores normalmente no la molestaban. Y en aquel momento no quería ser molestada. Lógicamente, su necesidad de que nadie perturbara sus reflexiones se tradujeron en una inmediata interrupción.

— ¿Y qué tal tú, Lucy? Estoy segura de que tienes algún poema para compartir con nosotros —le dijo la maestra.

Para alguien que trataba de no exteriorizar nunca sus emociones, Lucy sabía leerlas muy bien. Sabía que la maestra estaba ligeramente preocupada, y un tanto dubitativa, como si no estuviera segura de que esta fuera la mejor idea. También pudo detectar rápidamente las miradas asustadas de algunas de sus compañeras, y los cómplices intercambios de miradas de los chicos. Casi podía escuchar sus pensamientos. "Aquí viene la rara".

Réquiem por un LoudWhere stories live. Discover now