El deshuesadero

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En la oscuridad del ático, donde la luz no se filtraba por ninguna ranura y el ruido de la casa quedaba de alguna forma disminuido, Lucy se sentía como si estuviera en su hábitat natural. Lo único que se podía oír en aquel lugar era el aleteo y los chillidos emocionados de su pequeña colonia de murciélagos, a los que se encontraba alimentando. No tenía que hacerlo en verdad, pues sus murciélagos eran expertos en cazar polillas, pero eran lo más cercano que tenía a un vampiro, y ella estaba desesperada por poder hablar con alguien como Edwin, su amor platónico.

Edwin había vivido más de cuatrocientos años, con diferentes identidades a lo largo de las generaciones, buscando una mujer a quien cederle el don de la inmortalidad para convertir en su esposa. Era una criatura de la oscuridad, con instintos malvados, pero cuya humanidad latente —o al menos lo que quedaba de ella— lo habían llevado a mezclarse entre las altas clases. Pasaba sus días leyendo y sus noches cazando, relacionándose con la gente adecuada para aumentar sus influencias. Era una bestia, sí, pero también era la criatura más culta e inteligente que habitaba Transilvania. Él seguramente tendría respuestas para las preguntas que Lucy se hacía.

En cualquier otra situación, ella habría recurrido inmediatamente a Lincoln. Su hermano mayor siempre estaba allí para ella. Lincoln, pese a su afición por cazar fantasmas, era en verdad un niño muy asustadizo. Lucy sabía que a él no le gustaba hablar de murciélagos, la oscuridad o los rituales que la conectaban con el más allá. Y sin embargo, cuando nadie más quería acompañarla, cuando no tenía con quién estar, él era el primero en ofrecerse para que no tuviera que estar sola. Quería acudir a él, hablarlo directamente, pero eso no era una opción. Lo que la tenía preocupada estaba íntimamente relacionado con él.

En los casos en los que Lincoln no era una opción, fuera porque no estaba disponible o porque ella estaba enfadada con él —lo que sucedía bastante seguido, dada la tendencia de su hermano de meter la pata y ganarse el odio de todas—, Lucy siempre acudía a su hermana más cercana, Lynn. No era la más cercana en cuanto a edad, pero eran compañeras de habitación, y con los años habían formado un vínculo muy fuerte. Lynn era la chica menos femenina de la casa. Era ruda, bruta, con un mal temperamento y sin respeto por las normas generales de convivencia. Hacía todo a su modo, y si este molestaba a alguien más, pues no era su problema. Y al mismo tiempo, mostraba una fortaleza y una determinación por cuidar de todos sus hermanos, en especial de los menores. Con Lucy, por ejemplo, no dejaba pasar ocasión para molestarla por su aura oscura, pero que Dios se apiadara de la pobre alma que se atreviera a molestar a su hermanita delante de ella.

Lynn no era precisamente la chica más lista, ni era particularmente capaz de darle los mejores consejos o las mejores charlas. Pero si Lucy la necesitaba ella la escucharía, y aunque quizás no pudiera darle una gran respuesta, estaría allí para apoyarla, y por lo menos haría el intento. Era agradable saber que contaba con ella.

Y por lo tanto, también era más doloroso el no tenerla.

Esta última semana Lynn había estado actuando muy extraño. Se comportaba muy violenta, incluso para sus estándares. El martes al mediodía, cuando Lucy volvió a la casa junto al resto de sus hermanas y se encontró con que Lincoln había sido dado de alta del hospital, Lynn estuvo a punto de golpearla, sólo porque Lincoln se había asustado cuando ella lo saludó por detrás. Entendía que estuviera nerviosa, todas lo estaban, pero...

Luego había estado todo el incidente en la escuela. Sus padres les habían dicho a todos que tenían prohibido hablar del incidente con Lynn, preguntarle qué es lo que había pasado o molestarla por ello. No quisieron darles detalles, sólo que era algo muy personal y que no debían decirle nada. Lucy estaba sumamente preocupada por su hermana mayor. Si bien su temperamento era muy... especial, por así decirlo, tenía un buen autocontrol para no lastimar seriamente a nadie. Los rumores que le habían llegado hablaban de una Lynn descontrolada.

Réquiem por un LoudWhere stories live. Discover now