Un Lincoln diferente

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Lincoln no era el mejor alumno de su clase. Le costaba prestar atención a los temas mundanos o aburridos, y se distraía con facilidad. No soportaba cuando los profesores hablaban y hablaban sin detenerse. Las clases de historia, por ejemplo, se le hacían extremadamente difíciles de llevar. Él necesitaba entornos creativos, actividades donde pudiera dejar volar su imaginación, explayarse, demostrar que era un chico súper ingenioso. Por eso, de vez en cuando, encontraba cosas que estimulaban su imaginación y que lo motivaban a trabajar. A veces eran proyectos donde tenía la oportunidad de demostrar todo su ingenio, como cuando debió crear junto con Clyde un exitoso emprendimiento. Y otras veces eran cosas más sencillas, pequeños detalles que le llamaban la atención y que no se los podía sacar de su mente.

Por ejemplo, una vez habían estudiado obras de Mark Twain en sus clases de Literatura. Todo lo relacionado con ficción era de su agrado, llámese cómics, películas, series, animación, videojuegos o, por supuesto, novelas. Encontraba el estilo de Mark Twain muy agradable. Era divertido y no tan complicado como otras cosas que le hacían leer. Había partes que no entendía, pero nada que una rápida consulta con Lisa no pudiera solucionar.

Lo que más recordaba de Mark Twain era una frase que la profesora les había leído: "Si comes una rana viva a primera hora de la mañana, nada peor que eso va a pasarte durante el resto del día". La idea de comerse una rana viva era tan repulsiva y asquerosa como para plasmarse por completo en la mente de Lincoln. Todavía podía recordar la explicación de su maestra, de hacer las cosas que más nos cuestan o que menos queremos hacer lo más rápido posible para que luego fuera más fácil completar el resto de las obligaciones del día.

Mientras acariciaba las espaldas de Lola y Lana, quienes seguían acurrucadas contra él, llorando las últimas lágrimas que sus pequeños cuerpos podían producir, Lincoln consideró que había comido el equivalente a diez ranas vivas en las primeras horas de su mañana.

Tras haber entendido lo que le pasaba, las reacciones de sus hermanas habían sido tal y como él las había imaginado. Igual de dolorosas. Igual de terribles. El dolor que sentía en su pecho era más que una simple tristeza, una pequeña depresión. Era un dolor físico real, como si todos los músculos que rodeaban su caja torácica estuvieran entumecidos, como si alguien estuviera sentado sobre su pecho dando pequeños saltos, haciendo todo lo posible para que respirar no fuera una tarea fácil o agradable.

El día soleado no lo fue por mucho tiempo. El cielo despejado con el que Royal Woods había amanecido comenzó a cubrirse de espesas nubes, de forma tan gradual que Lincoln no pudo notarlo hasta cerca del mediodía, cuando las nubes anunciaban una lluvia entrante.

—Chicas...

Era difícil saber si sus hermanas habían volteado a verlo preocupadas por lo que tuviera para decirles o si lo habían hecho porque les llamaba la atención la increíble y espectacular forma en la que la voz le falló, sonando como el último aire que escapa de un globo desinflado. De ser el último caso, ciertamente no encontraron nada gracioso en la situación.

Se arrimó de valor, aclaró su garganta y las abrazó un poco más fuerte. Más cerca de su pecho, tratando de contenerlas, de consolarlas. Era, sin embargo, una tarea comparable a la de detener la lluvia con la palma extendida de la mano.

—Vamos a casa —les dijo finalmente.

Esperó pacientemente por una respuesta que no llegó. Durante once años había aprendido a ser un buen hermano mayor. Había aprendido a organizar a sus hermanas, a manejarlas, incluso a manipularlas llegado el caso. Once años de experiencia en resolver disputas familiares que de repente se volvían inservibles ante la realidad que le tocaba enfrentar. La habilidad con las palabras de Lincoln Loud era legendaria, era capaz de convencer a cualquiera de comprar arena en el desierto, pero su capacidad creativa estaba severamente atrofiada. La vista de sus dos hermanitas destrozadas por unas noticias que él mismo se encontraba con problemas para aceptar era demasiado, incluso para él.

Réquiem por un LoudWhere stories live. Discover now