Capítulo 4

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El camino a su habitación se le hizo eterno, le pesaban las piernas y sentía entumecidas las rodillas. Elevó la mirada y descubrió que nuevamente se le saldría el corazón por la maldita boca.

¿Qué demonios hacía Derek inconsciente en su casa?

Después de la apuesta con Derek había tenido que volver con Scott aparentando tranquilidad para ayudarlo con su plan para atraer al alfa sin levantar sospechas. Todo iba bien, Scott pasó de ser un gato pisoteado a ser Mr. Wolf, todo iba viento en popa, pero como siempre,  las cosas se habían salido de control por completo.

Estaba cansado por todo lo que había pasado, preocupado por Scott y se sentía culpable por haber sentenciado a Derek a una posible cadena perpetua, si es que por algún milagro la libraba. Lo único que le había salido bien ese día no servía para nada sin Derek vivo. ¿Qué tenía Scott en la cabeza? ¿No pudo simplemente decir que no sabía lo que pasaba? Todos estaban asustados y confundidos, no tenía porque echarle el muerto a Derek, por Dios, todo estaba tan mal.

Solo quería llegar a su casa, tirarse la cama y dormir mínimo unas 48 horas para pasar aquel mal trago.

¡Pero no! Ni bien llegó a su dulce hogar se encontró con una nueva razón para querer enterrar su cabeza bajo la tierra. Derek no estaba muerto pero estaba bastante malherido a los pies de su cama, en su cuarto ¿Qué hacía un posible cadáver a lo pies de su cama? El susto que le había dado merecía la muerte, de seguro la merecía y estaba más que dispuesto a provocarsela, pero en el fondo se alegraba de que estuviera vivo así que decidió que no era momento para vengarse. Ya luego pensaría en 1000 maneras de asesinar a un lobo amargado. Escuchó un murmullo y movió la cabeza buscando su procedencia, Derek estaba tratando de hablar, se acercó a él para escucharle y entonces se desplomó en el suelo.

— Derek, Derek por favor no me hagas esto. Despierta maldito lobo amargado. Mira si vuelves a salirme con que no te importa lo que estoy diciendo, juro que yo mismo te voy a meter acónito por el culo — advirtió. Empujó su cuerpo para que su mirada se dirigiera hacia arriba, se veía bastante tranquilo aunque habían rastros del ceño fruncido con el que se había quedado inconsciente. Acercó su oído al pecho del lobo para asegurarse de que estaba vivo, no estuvo tranquilo hasta escuchar el rítmico, fuerte y constante sonido de un corazón sano.

Al confirmar que estaba bien, se enfrascó en una batalla a muerte con la chaqueta de Derek, la que parecía no querer liberar al lobo, en su opinión era más una segunda piel que una prenda y gruñó realmente frustrado cuando falló en su noveno intento por sacar el brazo de la manga, apoyó la frente contra el pecho del lobo tratando de ahogar en su garganta un profundo gemido lastimero. Estaba cansado, tan cansado, a lo mejor si se rendía a reposar su cuerpo entumecido solo un ratito se sentiría mejor. Se echó de ladito en el hombro del lobo, asegurándose de no toquetear ninguna herida. Estaba bastante calientito, lo cual confirmaba al menos una parte de los muchos mitos que había leído. Sus ojos fuer unon cerrándose poco a poco inevitablemente, ya luego se arrepentiría por haberse quedado dormido en el pecho de Don cejas.

O eso creía, pues cuando despertó con el cuello magullado por la mala posición en la que había dormido pero con el cuerpo laxo y relajado supo que había merecido la pena, suspiró mirando al lobo con los ojos entrecerrados, no había movido ni un solo músculo en toda la noche, y eso era preocupante. Por fortuna su corazón palpitante despejó toda duda sobre una posible muerte. Suspiró mirando la chaqueta a medio quitar  y revisó las heridas de su espalda moviéndolo ligeramente a un costado antes de levantarle le camisa despacito. Aún no sanaban y lucían bastante mal, era hora de ser Dr. Stiles. ¿Entienden? Dr. Strange: Dr Stiles... ¿No? Bah, no tenía caso de todos modos

Volvió a darle la cara a la chaqueta en una última batalla de la que por fortuna salió victorioso, pudo sacar los brazos del lobo de la prenda, ahora la camiseta era otra cosa. Trató de tirar de la tela hacia arriba, a la final decidió que no serviría y que sería innecesariamente doloroso para el lobo, pues tendría que flexionar el cuerpo hacia adelante y estirar la herida. No, en definitiva era mala idea. Bufó trepado sobre el lobo a la altura de la cadera a una distancia prudencial, obviamente sin llegar a sentarse sobre él, pero no encontró otra manera de intentar sacarle la camiseta por la cabeza y ahora que se enteraba que sería inútil no veía motivos para quitarse hasta idearse como quitarsela. Miró a su costado y el brillo de unas bonitas tijeras le encendió todos los foquitos de la cabeza.

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