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Cena de trabajo.

Suspiró mirando aburrido la sangre seca que decoraba su cuerpo desnudo. Admitía que para ser una cena de trabajo no había estado mal, pero no había llegado a satisfacerle en lo más mínimo, ni siquiera había podido disfrutarlo propiamente pues la sangre de aquel chico le había parecido de lo más corriente y desabrida. ¿Cómo podría algo tan simple satisfacer su hambre? No, no era esa sangre la que quería deslizar por su cuerpo, ni esa carne la que quería degustar. En ese preciso momento su paladar fantaseaba con una piel repleta de lunares y unos ojos brillantes que seguramente se verían de lo más hermosos cuando el destello vida los abandonará.

Gimió cerrando sus ojos encantando con la detallada y explícita imagen que su mente le había proyectado, esos lunares cubiertos de sangre, aquella mirada perdida y el dulce sonido de su desesperación. Mientras se deleitaba con aquella espectacular vista, extendió su mano buscando a tientas una de las fotografías que acababa de revelar y esparcir por el suelo.

Abrió sus ojos en un movimiento perezoso y lento, encontrándose en el proceso con la mirada perlada y aterrada del castaño que la cámara había logrado captar a la perfección. Delineó la superficie con sus dedos embarrando la imagen con la sangre al parecer no estaba del todo seca.

- Oh mi dulce Stiles, el carmesí resalta tus ojos de una manera tan deliciosa, me pregunto que tan hermosos serán tus lamentos - murmuró disfrutando del agradable calor que se deslizó por su cuerpo enviando electrizantes descargas hacia su vientre bajo.

Jadeó extasiado al recordar la expresión del pánico absoluto reflejada en el rostro del humano, le enloquecía pensar que pronto él destrozaría a ese ángel, que él le arrebataría al mundo aquel tesoro.

Oh, vaya, que maravillosa sensación.