Capítulo 9

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Era un día horrible, clima tempestuoso, un frío de mil demonios,  y una muy posible tormenta eléctrica se avecinaba. Era la exacta definición de un mal augurio, según los bestiarios incluso podían significar presencia de demonios, claro si en Beacon hubiera ganado que apareciera muerto de la nada. ¡Era un maldito indicio!

Pero no lo sintió así, ¿cómo podría? Después de todo gracias a Derek y su magnífico, pero tortuoso entrenamiento había logrado que por fin el entrenador lo tomara en cuenta como jugador y no simplemente como el palo con patas de siempre. Y hubiera sido magnífico de no ser porque de un rato para el otro les cayó encima el diluvio universal.

Estuvo esperando impaciente hasta que vió el auto de Derek en la entrada del instituto, corrió hacia el auto a pesar de que la lluvia había pasado y se lo contó al moreno en cuánto entró al auto y desde entonces no había podido callarse y Derek no se lo reprochó en todo el camino.

— Solo piénsalo, si existen los hombres lobos ¿Por qué no hay vampiros? O yo que sé, ¿Wendigos? ¿Gins? Oh ya sé,  ¡Fantasmas! ¿De verdad los repele la sal?— ver a Derek relajado era uno de esos milagros que la gente cree que nunca será capaz de admirar, pero ahí estaban, teniendo una charla bastante animada en comparación al tradicional silencio sepulcral del lobo, soltaba varios monosílabos y con suerte más de 2 palabras en una misma oración.

— Has visto demasiado cinematografía sobrenatural — se quejó el lobo con cara de hartazgo resignado. Estacionó el auto y bajaron a toda velocidad cuando un par de gruesas gotas empezaron a darse contra el parabrisas alertando sobre un probable diluvio a nueva cuenta.

— Pero podría ser, además ya me has mentido con lo de la plata y...¡¿Qué demonios es eso?! — caminaban a buen paso en dirección a la entrada de la casa cuando el brillante color carmesí impacto contra sus ojos. Era horrible, una escena macabra conformada por una enorme mancha sangrienta en la entrada, como si la sangre hubiera sido arrojada desde un cubo, como las obras de arte en las cuales se lanza pintura para formar patrones con la forma natural de la mancha, como si hubieran planeado decorar así la escena.

La reacción de Derek fue inmediata, empujó a Stiles  con un solo brazo por los hombros y cubrió su campo de visión con su cuerpo mientras olisqueaba el aire, gruñó furioso al notar que el rastro había sido cubierto al completo por la humedad y la lluvia.

— No mires — ordenó el moreno tratando de analizar la situación, la imagen y el perturbador mensaje en la puerta. Una parte de él quería hacerle caso, entrar al auto e irse, la otra parte de él, a la que por lo general solía escuchar, demandaba que diera un vistazo, que lo analizara, pues juraba que era la primera vez que veía escena tal en Beacon, una escena digna de un psicópata. No era un simple cuerpo, estaba desecho, parecía un simple saco de piel y hueso, que apuntaba con un único brazo lleno de musculatura debajo de la piel hacia el mensaje en las paredes.

A primera vista no se distinguía lo que decía, ya que estaba escrito con una hermosa y adornada caligrafía, además de que no tuvo tiempo a mirar cuando Derek ya lo había cubierto con su enorme espalda. Normalmente no era una vista que le molestara, pero solía preferirla cuando estaba sin camisa y no era utilizada para bloquear un panorama como ese.

—¿De qué hablas? Déjame ver — insistió nuevamente sintiendo la curiosidad quemándole las venas y golpeando su pecho a gran velocidad. Trató de mirar por encima del hombro del beta, primero con cuidado midiendo la situación. En una respuesta netamente animal, Derek gruñó desde el fondo de su garganta haciéndolo retroceder unos segundos, pero solo consiguió que el humano, pasado el miedo inicial, elevara la mirada y pudiera ver desde una mejor perspectiva el mensaje en la puerta.

— Que no mires — Derek ya cabreado dió media vuelta y lo tomó de la cabeza, cubriendo sus ojos y gran parte de su rostro con una sola mano. Soltó un jadeo indigado ante la falta de visión forzada, mientras internamente se sorprendía por la facilidad del lobo para cubrir su rostro. 

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