Capítulo 9

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- Dime nena. - Respondió alegremente.

- No te vas a creer lo que te voy a contar. - Dije entre risillas.

Espera. ¿Por qué me estaba riendo, acaso me gustó lo que pasó?

¡NO!

Yo ODIO a Christopher, le ODIO, así, que el beso solo me pudo dar asco, no sentí nada.

¿Y por qué lo continuaste?

Estúpido subconsciente.

Es lo que se hace cuando los besos te pillan desprevenida, ¿no?

- ¡Hey! - Gritó Diana al otro lado de la línea.

- ¿Qué?

- Te llevo preguntando cinco minutos que qué es eso que me tienes que contar.

- Ah, eso. - Hice una pausa. - ¡Ven y te lo cuento! - Colgué.

14:26.

Diana cogió uno de los sandwiches y se sentó junto a mí en el sofá.

- A ver, ¿me lo puedes decir ya? - Dijo nerviosa.

[…]

- ¡MADRE DEL AMOR HERMOSO, TESS DEBBY MARY O'DONNELL MCRASH! - Gritó eufórica.

- Iuww... Primero, no tengo tercer nombre y segundo, es Bennett, no ¿McRash? ¿Qué mierda de apellido es ese?

- ¿¡Pero qué coño importa eso ahora!?

- Pues mucho. - Dije exagerando y llevándome la mano derecha al pecho.

- ¡Demonios! ¿Y qué piensas hacer, dejar las cosas como están?

Me encogí de hombros.

- No tengo ni idea.

- Devuélvesela. - Dijo decidida. - ¡Está volviendo a jugar contigo! ¿Es que no te das cuenta?

- ¿Entonces?

- ¿Cuáles eran los términos de la apuesta?

• Christopher

- Me parece una idea estúpida. - Dijo cogiendo papel y boli.

- Venga, Ry, será divertido.

- ¿Pero tú te estás oyendo?

Cogí el teléfono y marqué el número del tío con el que hice la apuesta.

- Qué hay, soy Christopher Pierce.

- ¿Te aplaudo? - Respondió sarcásticamente. Nunca me cayó bien.

- Te llamaba por la apuesta, imbécil. Empatamos, ¿te acuerdas?

- Cómo olvidarlo.

- ¿Echas un desempate? - Pregunté dudoso. No las llevaba todas conmigo.

- ¿Me llamas a la hora de la comida para desempatar una apuesta de hace como cuatro años?

- Efectivamente. - Dije asintiendo.

- Paso. Son cosas de críos. - Colgó.

Maldito hijo de…

- Me da igual. - Cogí un trozo de pollo y me lo llevé a la boca.

- Ya, entonces, ¿qué vas a hacer?

- Hacer que caiga rendida a mis pies. - Dije con una sonrisa.

• Tess

- No me sé las reglas de la apuesta.

- Pues entonces es fácil lo que tienes que hacer. - Sonrió. - Lo fácil, aburre, lo difícil atrae, y lo imposible obsesiona.

- Y lo que tengo que hacer es...

- Ay nena. ¡Lo que tienes que hacer es ser su jodida obsesión! - Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

- ¿Y cómo se hace eso?

Diana se acercó más a mí.

- Tienes que estar en su cabeza las veinticuatro horas del día, tienes que conseguir que no pueda, no, que no sepa, vivir sin ti. Conviértete en su café de por las mañanas y en sus pajas de por la noche. - Me guiñó un ojo.

- ¡Diana, serás guarra! - Dije sin poder evitar las carcajadas.

¿Con derecho a NO enamorarse?Where stories live. Discover now