5 de diciembre

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Narra Natalia

La vuelta a casa fue en silencio.

Únicamente oía la respiración de Alba por encima de "No buses", de Artic Monekys en la radio.

De vez en cuando miraba en el retrovisor como observava su teléfono; se había sentado atrás.

Y vale que era bajita, pero tenía la estatura suficiente como para ir de copiloto.

-Este mes ya es Navidad... -Intenté romper el hielo de alguna forma.

Ya estábamos a 5 de diciembre, y nunca tantos días me los había pasado tan bien como con Alba... A pesar de todo lo malo.

-Qué rápido. -Respondió frívola.

-Y...¿Quieres salir conmigo?

Noté desde mi sitio de piloto como se ponía roja.

-M-me refiero a... d-de f-fiesta y-y eso el 24 de diciembre...

Sonrió levemente y volvió a su tono original de piel.

-Claro, ¿Quién negaría el salir con Natalia Lacunza? De fiesta.

Reí para mis adentros.

El camino después de esa conversación siguió en silencio.

Pero cuando el silencio hace más ruido que el llanto de un bebé, o que un tenedor contra un plato de porcelana, significa que algo malo va a pasar.

(...)

La observé; sentada en el sofá a mi lado con la mirada ahora mucho más tranquila.

-Tengo que ir a comprar unas cosas para Navidad... ¿Me esperas aquí? -Hablé con la voz temblorosa.

Asintió sin despegar la mirada del televisor.

Estaban dando el resumen de todos los domingos de Operación Triunfo 2017.
A Alba le encantaba aquel programa.

-Vale, abrígate.

-Si, mamá.

Me puse un abrigo, gorro, guantes, bufanda, y dos capas de calcetines.

-Chao. -Me fui no sin antes darle un beso en la mejilla.

Supuse que quería estar sola y recomponerse de todo. Se le notaba en la mirada.

Estaba fría, había perdido la luz a pesar de intentar encenderse.
Y la mejor manera de encontrar tu brillo es en la oscuridad de uno mismo.

(...)

-Joder Miki, esto es mi culpa... Me fui aún sabiendo que podía pasarle algo... -Di vueltas por todo el salón.

Alba no estaba en casa cuando volví; ni vino dos horas después, que es cuando estábamos ahora.

En mi teléfono reposaban unas 40 llamadas hacia la de Elche. Todas sin responder.

-No es tu culpa, Nat. -Me tranquilizó el catalán desde el sofá.

Pero claro que lo era.

Me había vuelto loca, buscando en cada rincón de la casa.

Como cuando pierdes un diamante en el mar; Nunca había perdido ninguno, más que nada por que nunca tuve el lujo de comprarme joyas. Pero ahora me sentía así.

Alba era una puta joya. Y yo la había perdido.

-Joder ¿Dónde coño puede estar?

De pronto una idea llegó a mi cabeza.

-Miki, quédate aquí por si viene, yo vengo ahora. -Cogí mi bomber y me fui sin dar explicaciones.

Corrí. Corrí al banco a las dos y cuarto de la madrugada.

Tenía esperanzas de que estaría ahí; en que la vería y recordaría la primera vez que nos encontramos ahí. Que estaría mirando al mar fijamente y que me acercaría a ella para regañarla por desaparecer.

Pero no estaba.

La impotencia de no saber que hacer, ni de a donde ir me comía por dentro.

Estaba cansada de correr, y el aire que salía de mi boca era totalmente frío debido al gélido clima de la noche. Había hecho unos dos km sin parar, así que me acerqué al banco y me senté a pensar.

Cogí el mechero y me encendí un cigarillo cuidando que la llama no se apagase debido al viento.

Tenía el ceño fruncido aguantando las lágrimas. No era momento de derrumbarse ahora.

Miré a mi lado izquierdo; no había nadie sentada conmigo, y aquí debería de estar Alba, acurrucándose por el frío y narrando su vida como si de un cuento se tratase.

En este momento deseaba no haber tomado nunca con ella aquel café. Que nunca me hubiera llamado para salvarla de su padre

Pero no, todo eso pasó. Y fue el consecuente de que ahora estuviera jodidamente enamorada de alguien que no sabía donde estaba.

Pero en su lugar habia un papel pegado con fixo al respaldo del banco que no había visto antes.

Lo despegué y leí.

-Acabaré esto como empezó; Hola.
Sabía que vendrías.
Estarás buscándome, pero seguramente ya no esté en Barcelona, y creo que es lo mejor.
Natalia, esto no funciona, ni funcionará.
No tengo más tiempo para escribir, me tengo que ir.
Ahora sí, acabemos esto donde empezó; en nuestro banco.

Una lágrima, ahora sí. Cayó en la palabra "Banco".

¿Esto significaba que no me quería?

Miré de nuevo a mi lados; esperando a ver a la rubia en medio de la oscuridad, esperando para besarme y decirme que era broma y que nunca se iría, pero no, no había nadie.

Todo eran falsas ilusiones.

Caminé el resto de la noche con lágrimas en los ojos, estrujando en mis manos el papel con las palabras de Alba, y con miles de llamadas por parte de Miki en mi teléfono.

Y todo me daba igual.
Había dejado de sentir por ella, y me sentía horrible por haber querido tanto a alguien.



En este banco || AlbaliaWhere stories live. Discover now