20 de diciembre

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Narra Alba.

20 de diciembre.

Habían pasado 15 días desde que me fui, y como me esperaba; las cosas no iban nada bien.

Conseguía unos 3 euros al día cantando en la calle, a pesar de no saber ni afinar. Vivía como podía en un motel en las afueras de la ciudad, donde predominaban las ratas y el mal olor.

Mirarme al espejo me daba ya hasta asco; Mi mirada era opaca. Perdí las ganas de vivir desde que llegué aquí.
Estaba pálida y parecía constantemente enferma, mis labios se encontraban todo el día blancos, casi se confundían con mi pelo. Y los ojos rojos de llorar continuamente.

Vestía con las pocas prendas que me traje y parecía un vagabundo en las solitarias calles con una guitarra en mano, con agujeros en los guantes, un gorro de dudosa calidad y un jersey desteñido.

Deseaba volver a Barcelona. Aun que por encima de todo; Deseaba volver con Natalia.

Las dudas de si me habría olvidado, de si habrá encontrado a otra persona o por el contrario de si estaría llorando por mí me asaltaban la cabeza. Yo solo esperaba que Mikel se olvidara de nosotras. Y que con suerte me aprobaran la denuncia a mi padre.

Hoy tenía planeado ir a visitar a Julia; la vieja amiga de la que le hablé a Aina en el avión. En estos últimos días, a parte de no dejar de pensar en Natalia, pensaba en ella; en aquella niña.

Cuando la tenía sentada al lado sentía que estaba viajando al futuro, sentía que ella podría ser perfectamente mi hija si llegara a tener.
O viajando al pasado; que podía ser yo.
Y yo no creía en cosas así; todo lo contrario, pero era una coincidencia demasiado extraña que sus dos madres se llamasen Natalia y Alba y que yo tuviese tanto en común con ella.

En fin...

Esa ñiña tenía luz mirases por dondela mirases, y como dijo su madre; Cuando una persona te enseña algo, por muy pequeña que sea la lección, volverá a aparecer en tu vida.

Y yo no iba a ser menos; Quería volver a verla.

Mientras pensaba todo aquello iba andando por las calles que tan bien conocía de Elche y mirando cada esquina se me venía un recuerdo a la mente. La mayoría de Marina.

Hacía más de un año que no venía a Elche.

Me fui a Barcelona el mismo día que murió, el dichoso 16 de noviembre. No tuve ni tiempo de despedirme de Julia

<< -Alba, ya, nos vamos. -Habló mi padre después de salir de la sala donde se encontraba Marina.

El no había llorado, y no me lo explicaba, yo estaba muriéndome de la angustia en el mismo incómodo asiento de la sala de espera.

-P-papá... No podemos dejar a Marina sola. -Comenté aún con los ojos rojos de las lágrimas que había derramado.

No quería que nada le pasase a mi hermana, era demasiado joven, con 19 años no se podía morir. Con toda una vida por delante.

-Marina ha muerto. Tenemos que irnos.

Y el mundo se me vino abajo.>>

Siempre odiaré aquella moto que la atropelló.

Pero a veces era algo que no me explicaba; El impacto que tuvo con el vehículo de dos ruedas y a la velocidad que iba, nunca creyera que fuese suficiente como para morir al segundo.

Fue raro, mi padre no me dejó entrar a la sala del hospital para despedirme de ella; ni la pude ver en el funeral.

Hasta llegué a pensar que mi padre me había mentido y que Marina no había muerto; que solo estaba en coma... Menuda estupidez.

En este banco || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora