3. Jeno

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Françoise Hardy - Voilà


No había nadie a mi lado cuando desperté. El vaso de agua seguía sobre la mesita de luz y las cortinas cerradas hacían parecer que la noche todavía permanecía aquí. Entonces Mina entró a la habitación, el cabello anudado en un moño flojo y los lentes de sol puestos sobre su cabeza.

-Por fin despiertas -Dejó la toalla en el respaldo de la silla y me lanzó el protector solar -, todos hemos estado esperando por ti.

Mis pies tocaron el suelo y los arrastré hacia ella. Sonrió como si estuviese feliz de mi cercanía y tuve la urgencia de explicarle cuánto lamentaba traerla a este lugar, hacerla convivir con mi pasado. Colocó las manos en mis mejillas y besó mis labios, rápido y casto.

Mi estómago gruñó y Mina rio.

-Tienes suerte, Jaemin hizo el almuerzo.

...

Me duché primero, colgando la toalla sobre mis hombros desnudos y anudando el cordón de los shorts. Mina seguía en la habitación, se había colocado el bikini de un lila tenue y luchaba con una de sus pulseras extrañas. Tenía un montón de esas cintas coloridas con distintos estampados que se colocaba en las muñecas. Un día me dijo que le gustaba hacerlas coincidir con su estado de ánimo. El día de hoy llevaba una amarilla. Las uñas de sus pies también eran amarillas, al igual que lo era el sol que dibujó en el dorso de mi mano el primer día que nos conocimos.

A veces pensaba en lo sencillo que sería enamorarme de ella y me enojaba conmigo mismo por no poder hacerlo. Agradecía que Mina nunca me hubiese pedido algo más, y no sabía qué le diría sí llegado ese momento ella me lo exigiese y yo tuviese que explicarle mis razones.

Estoy estropeado.

No hay gran cosa que pueda darte.

Deberías encontrar algo mejor, alguien que piense en tus soles y no esté encadenado al mar.

No podría decirle ninguna de esas cosas.

Abriría demasiadas puertas a las cuales había puesto cadenas gruesas, desvelaría secretos y me expondría como el culpable de una atrocidad. Yo había jugado una partida perdida, había apostado un corazón que no era mío para poner sobre la mesa. Y había abandonado la jugada como un cobarde.

-¿Qué sucede contigo últimamente? - preguntó, haciéndome volver a mis sentidos.

Me aferré al marco de la puerta.

-Todo bien. ¿Crees que sobró algo para mí? - Toqué mi estómago y Mina rodó sus ojos.

-Tu porción sigue en el horno.

-Genial.

Sus pies descalzos aparecieron en mi campo de visión. Levantó mi mentón con sus dedos aceitosos que olían a coco. Tenía una mirada poderosa. Y me contó, una noche en la que no podía escucharse ni un soplido de viento, que odiaba no saber donde se encontraba su hogar. Era buena actuando su papel; la hija única de un hombre importante que le daría todo lo que necesitase sí se esforzaba por no poner en ridículo el apellido familiar.

Mina no había nacido para ser una chica buena de clase alta.

Le gustaban los problemas y adoraba la libertad.

Y eso, a las personas no le caía bien, al menos no lo hicieron en el lugar donde nació. En Francia había estado empleando un nuevo papel que se rompió a la mitad en esa noche. Me contó de sus miedos y me permitió ver cada una de sus emociones viscerales.

-Tu aimes faire rêver les yeux ouverts- me dijo, separándose de mí, pero con sus manos aún recorriendo la piel de mis brazos.

Chasqué la lengua.

Red - NominWhere stories live. Discover now