18. Jeno

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Nava - Ivre de toi

No era muy agradable tener un pequeño lugar en los suburbios de Francia, no cuando las paredes eran finas y tenías una resaca mortífera. Apestaba a alcohol y me dolía la cabeza, aun así, permití que el cachorro durmiese sobre mi estómago.

Tal vez me tenía un poco de lastima y por eso no se alejaba a pesar de apestar a licor barato y a veces olvidarme de sacarlo a pasear.

El perro era más responsable que yo; ladraba cuando el despertador no cumplía su función, rasqueteaba la puerta cuando necesitaba un paseo y lloraba cuando era hora de darle su ración de comida.

Abrí los ojos para verle, con sus orejitas rizadas y su cola enroscada cerca de su panza rosada. La habitación apenas estaba iluminada, la ropa de la noche anterior hecha un lío en el suelo. No hizo falta más que una punza en mi corazón para que los recuerdos comenzasen a inundarme.

Mierda.

Había dos mensajes de Jaemin en mi móvil y un par de llamadas de Doyoung que habían ido directo al buzón de voz. Hyung era un buen amigo, quizá porque éramos los único dos coreanos en metros a la redonda. Él me cuidaba incluso cuando no tenía porqué hacerlo.

Y luego, vi la última notificación en llegar.

Mina.

Ayer había sido un poco catastrófico. Su cumpleaños se llevó a cabo en el salón de su edificio, vi rostros conocidos y algunos que en mi vida había conocido. Al principio se sintió bien no fingir frente a las personas, lo cual me alejaba del chico que fui alguna vez. Siempre había preferido ser lo suficientemente agradable para que nadie pusiese demasiada atención en mí, así no verían las grietas de mi interior.

Después de un par de horas, me percaté de que tal vez seguía fingiendo ser demasiado agradable y fue desconsolador constatar que todos al mi alrededor llevaban sus propias mascaras. Mascaras que eran un montón de capas de mentiras y falsedades.

Y, como siempre, Mina estaba ahí para sacarme del abismo. Habíamos hecho esta clase de rutina en la que ella me salvaba de situaciones sociales que me volvían irritable. Ella nunca pidió más, aunque siempre supe que quería más de lo que yo podía darle.

No me culpó, no insistió sobre el tema, nunca hizo nada... hasta anoche.

Su casa quedaba cerca de la mía, la fiesta de cumpleaños ya había comenzado cuando llegué. Y Mina estaba algo borracha. Me besó, dejé que lo hiciera y por un momento pensé que era lo correcto, pensé que ella podría ser buena haciéndome olvidar. Sin embargo, mi mente confundida solo gritaba un nombre y retrocedí, dije que lo sentía y me marché de allí.

Entonces...

Fui tan tonto al llamarle, al derramar mis sentimientos como si Jaemin no tuviera suficiente cargando con los suyos propios. Y él fue amable, tranquilo, cariñoso. Hizo que le extrañase el doble de lo que ya lo hacía.

Tragué duro. Miré mis manos, la madera del piso, mis pantalones desgastados, escuché el sonido del tránsito, las pequeñas patitas de Canela jugueteando con mi zapato.

No debí llamarle, no debí volverme débil.

—Maldita sea —gruñí, arrastrando los mechones transpirados hacia atrás. No debí obligarlo a prometerme que vendría.

Red - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora