14. Jeno

14.3K 1.9K 1.1K
                                    


Gavin James, Philippine - Always

Había conducido a través de la costa por tanto tiempo que mis ojos comenzaron a cansarse. Bostecé con la llegada del atardecer, justo cuando Mina decidió que era hora de regresar al mundo real. Una parte de mí estuvo de acuerdo con ella, pero otra parte prefería no parar nunca, como si al detenernos todas las emociones de las que estábamos a salvo por fin podrían alcanzarnos y golpearnos a la velocidad de un rayo.

Me detuve a la orilla de una calle poco transitada, una oficina de bienes raíces en la esquina y una farmacia justo al frente. Mina pidió ir a esta última, compraría lo que necesitáramos y regresaría.

Miré al chico que dormía en el asiento contiguo al mío, la cabeza incómodamente apoyada entre su hombro y la ventanilla polvorienta. Saqué la chaqueta del asiento trasero y la puse sobre su cuerpo. Se movió, un sonido amargo escapó de sus labios, luego volvió a quedarse dormido.

Salí de la camioneta y recosté la espalda en la pared de ladrillos de la farmacia. Comenzaba a hacer frío, el viento movía los arbustos de la vereda. Marqué el número con pereza, esperando las quejas, el odio, los lamentos.

Tres tonos después la voz del abuelo se dirigió a mi oído.

—Hijo, por Dios, ¿dónde están? —cuestionó, su voz quebrándose al final de cada palabra—. Trae a Jaemin de vuelta a casa, hablemos, lo resolveremos.

Quise llorar y reír al mismo tiempo. No podíamos resolverlo, nada jamás sería lo que podría haber sido alguna vez. Todos los peones habían tomado su posición en el tablero.

—Hablaré con Jaemin —dije, por el simple hecho de darle un respiro al hombre—. Abuelo, ¿recuerdas la pequeña cabaña que está cerca de la zona pesquera?

No hizo falta que explicase nada más, el abuelo aguantó la respiración por lo que fueron unos interminables segundos.

—Haré una llamada. Cuando llegues pídele la llave a la señora que cuida el lugar, muéstrale tu documento y dile que eres mi nieto. –Suspiró, provocando estática y estremecimiento en mi corazón–. Lo siento, Jeno.

—Gracias, abuelo.

Mina salió con una pequeña bolsa en su mano. Trajo con ella alguna cosa para el dolor de cabeza, unas cuántas botellas de agua mineral y lo que pareció ser maní japonés en diminutas bolsas doradas.

—Conseguí algo por si no podíamos encontrar un supermercado abierto.

Puse la mano sobre su cabeza y le acaricié el oscuro cabello.

—Eres genial.

Empujó la bolsa contra mi pecho.

—Lo sé.

Llegamos cerca del anochecer a la vieja cabaña.  Todo estaba oscuro alrededor, excepto por las luciérnagas paseándose a través del estrecho camino empedrado. Moví el brazo de Jaemin, abrió los ojos y miró por el cristal, su mano izquierda se aferró al asiento. Por un momento la idea de que quisiera dormir aquí esta noche me revolvió el estómago.

Por el espejo retrovisor observé los ojos de Mina.

—Vayamos a buscar la llave de la cabaña.

Asintió, bajándose de la camioneta y acomodándose el suéter alrededor de sus hombros.

Engullí el pánico, mis dedos se acercaron a su rostro como si tuviesen vida propia, pero retrocedieron antes de poder tocarlo. Quería abrazar su cuerpo, quería ser abrazado. Quería mantenerlo conmigo, quería que quisiera mantenerme consigo.

Red - NominWhere stories live. Discover now