7. Jeno

16.5K 2K 2K
                                    

Angèle - Nombreux

Hablar.

Nunca fue mi fuerte.

Al menos no con la verdad

Jaemin era mejor en esa área.

Él podía rompernos a los dos con un par de palabras.

Bajé los peldaños de la puerta trasera, perseguido por el aire de la madrugada descolorida y las olas de la playa rompiendo con el silencio aquí presente. Fue un cuadro desgarrador, solitario y frío. Me senté allí y fumé, con la piel erizada y la mente perdida en algún momento de la noche anterior. Pensé en algo perturbador y me debatí en volver a enredarme entre las sábanas, justo al lado de la única persona que no conocía la versión pasada de mí. Pero el pensamiento perturbador estaba allí, taladraba mi cerebro y mantenía a mi mente prisionera en medio de un huracán de sensaciones que encontrarías en un libro de psiquiatría.

"No terminará bien" Una pequeña vocecita latente seguía susurrando en la solitaria playa, mientras el fantasma de un beso en mis labios creó una maldición en contra de esas palabras. Las esquinas de mi boca se estiraron. Era absurdo pensar lo contrario cuando tenerle cerca no era más que una mala pero explícita definición de desgracia, una catástrofe despertándose de su siesta.

-Ha refrescado.

El abuelo abrió la silla plegable y tomó asiento con un café en la mano. Mi único movimiento fue para apagar el cigarrillo.

-Y lloverá- el cielo crujió-, pronto al parecer.

-¿No te gusta la lluvia en la playa?

Me encogí de hombros.

-No me gusta resfriarme en la playa.

El abuelo soltó una cálida carcajada.

-Entonces mantente lejos de Jaemin, lo más probable es que la lluvia le alcance.

-¿Dónde ha ido?

-Salió a correr temprano, dijo que estaba volviéndose sedentario.

Miré hacia la playa, a la neblina que sumergía la línea lejana del agua, esperando verle llegar antes de que la lluvia se desatara. Pero comenzó más pronto de lo que pensé, las gotitas salpicaron las maderas del pórtico y humedecieron los conteros de flores que al abuelo le gustaba llamar su obra de arte.

Permanecí allí por un poco más de tiempo, hasta que la lluvia estuvo lo suficiente molesta para empujarme al interior de la casa.

Él regresó después del fin del diluvio, pasó por el living con los zapatos embarrados en las manos y las gotas de lluvia encuadrándole como una de esas esculturas renacentistas. Por un segundo sentí que era una especie de espectador, o el intruso en una escena que no debe ser presenciada. Creí que eso sería todo, así seríamos desde ahora, solo una aparición repentina para el otro. Me equivoqué, porque los pasos de Jaemin regresaron después de unos minutos, ahora luciendo cómodo entre prendas secas y holgadas. Se detuvo frente a mí, con las manos en los bolsillos y la expresión de alguien quién debe obligarse a hacer algo desagradable.

-Ven conmigo.

La televisión se convirtió en un ruido blanco y, de repente, yo me convertí en parte de su escena.

-¿A dónde?

Se movió sin mirarme, aun luciendo relajado entre las prendas.

Le seguí tontamente, pensando con resentimiento y culpa en que Mina no demoraría en despertar, y aunque lo sabía, seguía persiguiendo a mi pasado sin preocuparme por el futuro.

Red - NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora