4. Jaemin

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Pomme - On brûlera

-¡Por fin!- Donghyuck se encontraba al principio del pasillo, apretó mis hombros en cuanto llegué a él, toqueteándome como si hubiese sido atropellado por un camión más que por un ataque de pánico- ¿Jaemin, te sientes bien?

Respiré hondo, forzándome a alejar la mano sudorosa de mis labios.

-Todo en orden-respondí, apretando el picaporte del baño a la espera de que el mar entrase en la casa y volviese a derrumbarme. -Solo... un poco mareado.

Donghyuck frunció el ceño, por supuesto no iba a creerse una mierda de lo que saliese de mi boca. Su maldito cerebro calculador tenía una capacidad mágica para percibir cuando joder conmigo y cuando darme mi espacio. Sus hombros tensos bajaron, sus dedos se enroscaron y me miró como si quisiese arrastrarme con él de regreso a nuestro hogar.

-Estaré aquí mismo.

Asentí, ingresando en otro lugarcito igual de claustrofóbico que la bodega. No sabía sobre otras personas con ataques de pánico, no era como si hubiese una sociedad secreta o un grupo de autoayuda, o al menos yo no conocía ninguno cercano, así que no podría decir si era normal buscar sitios pequeños, secos y escondidos, en vez de correr al exterior, a donde el aire era gratis y los extraños podían hacerse compañía. Me senté en el filo de la bañera y enterré el rostro entre las palmas de las manos, sintiendo el pulso debajo de mi piel retumbar por todo el cuerpo.

Diablos. ¡No quería llorar! Pero llorar era la única forma de aliviar la opresión, de liberarme de la ansiedad. Sentía vergüenza de mí mismo, esa vergüenza se mezclaba con el miedo y el arrepentimiento. Pensar en que el mar era una presencia mucho más grande que la mía, mucho más importante, me hacía sentir pequeño, inservible, olvidable. Y el mar siempre tendría ese poder sobre mí.

Igual al poder que yo le cedía a él cada vez que aparecía en mi vida.

Y así de fácil, palpé en la punta de la lengua el regreso de ese mortífero pensamiento, que, aunque efímero, parecía, en este momento, interminable.

Me ardía el pecho, me dolía la cabeza y me temblaban las extremidades, lánguidas y hormigueantes. Mi perversa boca extrañando la sensación de la de Jeno, igual a la marca de un fantasma que se aferra a lo único que lo mantiene sujeto a la tierra. Y me odié un poquito más de la cuenta.

Enfermizo y retorcido, hacía mucho que no lo sentía en los huesos, pero por supuesto que allí estaba... vibraba bajo mi piel. Era un pequeño deseo que se enroscaba como lo hace una serpiente al cuerpo de su víctima. Lástima que en mi historia no hubiese ninguna serpiente a la cual culpar. Arrastré las manos por mi cabello, caminé de un lado a otro en el pequeño baño, rasgando las cutículas y disfrutando del frío de las baldosas bajo mis pies. Luché conmigo mismo, me aferré al lavabo y enfrenté el patético reflejo en el espejo.

¡No seas débil!

Gruñí, arrancando la sensación que contraía mis órganos.

Hace mucho tiempo lo dejamos atrás.

Justo como dijo que haría, Hyuck estaba sentado en el pasillo, debajo de uno de los cuadros familiares, jugando con su celular y abanicándose el sonrojado rostro. Me deslicé a su diestra, apoyando la coronilla en la pared y recostando la rodilla contra la suya.

-¿Esperaste todo este tiempo? - pregunté, observándole asesinar a un monstruito con apariencia graciosa.

-Ajá... bueno, en realidad fui por algo de comer y volví.

Los labios me temblaron, y me rendí cuando él también sonrió.

-Gracias.

-Esto es cursi- se quejó, empujándome hacia un lado-, aléjate un poco.

Red - NominWhere stories live. Discover now